Una crisis que teóricamente era sólo financiera y local de los Estados Unidos ha desembocado en el descenso del consumo de las familias, de los resultados y la inversión de las empresas, de la caída de la confianza en el futuro y, por lo tanto de las bolsas y del empleo.
Sin embargo, concentrándonos específicamente en el mercado laboral y aceptando que los próximos dos años, como mínimo, van a ser muy negativos globalmente y específicamente, para las familias que vivan esta situación de impotencia, tenemos que ser optimistas a medio y largo plazo.
La razón principal tiene que ver con el envejecimiento de la población europea. La pirámide demográfica es muy explicativa. Entre ahora y el año 2020, según un prestigioso organismo de la Comisión Europea especializado en ocupaciones y formación, el CEDEFOP, se van a crear 80 millones de puestos de trabajo en la Europa de los 25, debidos a la jubilación de la cohorte poblacional correspondiente.
Asimismo, 19,6 millones de empleos se van a crear para solventar nuevas necesidades sociales y cubrir nuevas ocupaciones.
El sector servicios es el que generará más empleo. Los subsectores más dinámicos serán el de la distribución y logística, los servicios a las empresas (TIC, consultoría o seguros), los servicios de salud y sociales, los servicios a las personas, la educación y la formación y el turismo.
La inmigración podría cubrir una parte de la demanda de empleo, pero, sin duda, no sería suficiente, según las estimaciones.
En cualquier caso según la Comisión Europea, todas las ocupaciones -nuevas o viejas- requerirán mayores competencias. La gente más formada (universitaria) pasará de cubrir el 25% de los empleo al 31%, pero ello no impide que también aumente el porcentaje de demanda de nivel medio, hasta el 50%.
Hay un cierto riesgo de dualización del mercado laboral que provoque tensiones salariales por la escasez de especialización en la parte alta del espectro laboral y que ciertas ocupaciones incluso pierdan poder adquisitivo si no hay un incremento de valor añadido.
Parece, además que crecerán las demandas de profesionales que combinen competencias específicas con competencias transversales como la gestión, la dimensión comercial o los conocimientos de herramientas informáticas o los idiomas.
Por lo tanto, sin obviar las situaciones personales de muchas personas que puedan haber perdido su puesto de trabajo, parece claro que es central apostar por la formación no realizada, por parte de los que abandonaron los institutos o la universidad, y por la formación continua.
No es un tópico. Es una evidencia empírica.
La oferta de formación existe. Debe adecuarse mucho más a las necesidades de las empresas y de los potenciales empleadores. Pero también es central que cada uno de nosotros haga un diagnóstico individualmente. Si hace falta, con el apoyo de orientadores profesionales, para ver en qué se puede mejorar.
Es un esfuerzo que merece la pena.
Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com
Opina sobre este tema en nuestro Foro |