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El impacto psico(socio)lógico de la crisis: La desconfianza

Artículo de opinión


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Javier L. Crespo. Director de RRHH de la Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
Cualquier crisis económica tiene implicaciones, en mayor o menor medida, a varios niveles en nuestra sociedad, desde el nivel individual, (la persona, el individuo, el yo) al familiar y social.

Como psicólogo dedicado a los RRHH y a la Organización, me centraré en los aspectos individuales (imbricados socialmente también en su mayoría) y organizacionales referidos al mundo del trabajo, obviando las implicaciones políticas, económicas y macro sociales, implicaciones éstas que son amplias, profundas e interesantes, sobre todo para aprender de los errores que ahora pagamos caro.

Recordemos que la crisis actual se denomina "de confianza”, es decir, se caracteriza por tener un factor subjetivo que destaca principalmente sobre otros factores objetivos. Ésta parece ser que deviene de actividades financieras escandalosas, nada recomendables, que por un sistema defectuoso, dejación de unos y por vileza de otros, han arrastrado a todo el mundo a esta desconfianza que, cuan virus, comienza a extenderse y atacar nuestro equilibrio. Por ello y por la caída de las fichas de dominó interrelacionadas en esta economía global, padecemos esta maldita enfermedad llamada crisis de confianza.

Los graves síntomas objetivos de esta enfermedad son más desempleo, cierre de empresas, más expedientes de regulación de empleo, pavor económico, paralización de la inversión, etc. Pero lo que es preocupantemente grave es "el coste” en el denominador común de estos síntomas, es decir, el coste humano de las personas y familias que se ven azotadas por esta manera de exclusión social que es el desempleo, la quiebra del proyecto personal-familiar, los vaivenes en su proyecto de vida, etc.

Estos síntomas, los objetivos y los subjetivos, invaden poco a poco los comentarios, charlas, conversaciones, medios de comunicación, etc., construyendo entre la ciudadanía un mensaje desalentador, un realismo pesimista y sobre todo una visión desesperanzadora del futuro. La ruptura de expectativas y la desconfianza, como vemos, produce miedo, principal inhibidor de la conducta.

Este caldo de cultivo que está en boca de todos va calando a diferentes niveles donde las personas interactúan, trabajan, disfrutan, juegan, hablan, se educan, etc. Las organizaciones, las empresas, van incorporando este realismo pesimista caracterizado de mensaje desalentador y de miedo inhibidor. Por ello en RRHH de las organizaciones, las implicaciones que tiene la crisis actual se manifiestan también tanto en su actividad como en el clima social que se genera, al igual que en las personas que constituyen y son el alma de una organización.

Implicaciones en la organización

Hasta el advenimiento de la crisis actual, en RRHH llevábamos varios años potenciando políticas de atracción y fidelización del personal, medidas de responsabilidad social, beneficios sociales, formación y desarrollo, etc., para crear una cultura empresarial centrada en el capital humano de la organización, por las ventajas obvias que esto supone y para ser competitivos.

Las descripciones de las políticas, valores, códigos éticos, misiones y visiones de muchas organizaciones, explícitamente indican la importancia del capital humano entre las mismas como elemento indispensable para el negocio y bla, bla, bla... Sin embargo, observamos que la primera medida que se adopta en muchas de estas organizaciones que hasta ahora competían con grandes beneficios es reducir aquello que se indica como indispensable, las personas.

El duro trabajo de creación de esa cultura empresarial centrada en las personas queda atrás, pierde potencia el mensaje y las palabras empiezan a convertirse en huecas, haciendo un daño importante en la credibilidad de la organización. La desconfianza invade también el discurso de RRHH y crea disonancias entre lo que se dice y luego se hace. Y por ello, no sólo impacta en la credibilidad de la empresa, sino en el clima laboral que tiende a agriarse y a funcionar con el lema de "sálvese quien pueda”. En el personal por lo general puede darse una reducción de la colaboración y de la iniciativa, baja el compromiso organizacional y se resquebraja el contrato psicológico. El personal pliega velas y espera parapetado a que sople el levante con fuerza hacia la dirección indicada.

Las relaciones sociales quedan muchas veces cercenadas. Los que salen de la organización pierden compañeros/as, los que se quedan también. El personal pone sus barbas a remojar y se pregunta: ¿por quién doblan las campanas?

Implicaciones en las personas de la Organización

Las personas que se están quedando sin trabajo pierden no sólo ingresos- que no es poco- , sino que además pueden perder su estatus, sus relaciones sociales, proyectos de vida y emancipación, etc. Recordemos que el trabajo es central en nuestra sociedad, es un valor que aunque en las nuevas generaciones está siendo menos importante que en la anterior época fordista, sigue siendo un pilar para el yo, para la formación de la identidad individual y para los proyectos de vida en familia. Quedarse en paro puede suponer un importante shock en la salud mental, además de lo que ello conlleva en materia de relaciones de pareja, familia, etc.

Implicaciones en la dirección de RRHH

En el área de RRHH en las organizaciones tenemos que tener en cuenta no sólo a las personas que no continúan en la organización, sino también a los que se quedan. Todavía uno escucha formas de despido que siguen sorprendiendo por sus formas y por su escasa sensibilidad humana. Despedir normalmente es una actividad que no gusta nadie, a RRHH tampoco, sean las circunstancias que sean. Ser "persona” en el proceso de despido es una de las principales medidas que nos evitarán problemas con los que se van y con los que se quedan. Con estos últimos debemos gestionar el clima laboral que supone vivir en coyuntura de crisis de confianza, con acciones de comunicación reales, éticas, generando el clima favorecedor para ir construyendo un mensaje positivo, e ir insuflando ilusión perdida en el mar de la desconfianza. Tarea nada fácil en la que la dirección debe asumir el protagonismo principal con participación del resto de personal como principal reto estratégico.

La actitud

Son pocos/as los que mantienen una visión optimista del futuro. Pero sin embargo éste es el camino. Al igual que se ha construido socialmente un discurso desalentador y de desconfianza, se puede construir otro alentador y esperanzador. La palabra crisis denota en otros idiomas potencialidad, oportunidad, y a pesar de todo, siempre surgen oportunidades tanto para unos como para otros. La tarea es buscarlas.

El desempleado debe ocuparse principalmente de su búsqueda de empleo. Su trabajo es buscar empleo. Siempre es interesante comenzar con un autodiagnóstico de sus competencias y autoanalizarse con sinceridad, preguntarse cuál es la distancia que le separa de un potencial puesto de trabajo, y planear acciones que mejoren su empleabilidad con formación, networking, búsqueda de información, etc. Un elemento clave es la actitud positiva y proactiva ante la búsqueda de empleo. Está comprobado que aquellos que mantienen un visión positiva de sus posibilidades, creen en que sus acciones le ayudarán a encontrar ese empleo, por lo general encuentran empleo antes que aquellos que mantienen una actitud negativa y que tienen esa sensación de que el mundo hace y dispone por ellos. La persistencia en dicha búsqueda es también clave en el éxito para encontrar ese empleo deseado. La tarea no es fácil y a veces podemos sentir debilidad y ser invadidos de nuevo por la desconfianza y malos augurios. Ante estos sentimientos, el mejor antídoto es seguir a rajatabla los planes marcados.

Por último, decir que la búsqueda de empleo es una tarea de siembra, que cuanto más sembremos más posibilidades de germinar tiene ese empleo deseado. Hay que estar al tanto de las oportunidades allá donde surgen (periódicos, portales de empleo,) y dedicar al networking una parte considerable de nuestras actividades de búsqueda. Hace años un estudio decía que el 70% de los puestos de trabajo se conseguían por contactos personales. No lo olvidemos, mantengamos una actitud positiva y alguna de las semillas plantadas dará sus frutos.
Para aquellos/as que mantienen su puesto de trabajo, no deben dejarse llevar por ese discurso pesimista y luchar más si cabe por crecer como profesional en su trabajo. Un clima laboral triste y desalentador no sólo hace pesado el trabajo, sino que además nos hace perder productividad, e influye negativamente en las relaciones sociales y en nuestro carácter. Dependiendo de cómo sople el viento en su organización, es importante que retome viejos contactos, que dedique alguna hora a informase y documentarse sobre cómo está su sector, empresas potenciales, etc. En esta sociedad de riesgo que diría Beck, más vale prevenir....
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