La pancarta principal de los estudiantes manifestantes señalaba: ¡Ayer licenciados, hoy graduados, mañana precariedad! Esto demuestra que, el contexto de incertidumbre sobre el futuro, no sólo afecta a las entidades financieras y el sector inmobiliario y de la automoción, también se ha consolidado en la universidad.
A los estudiantes universitarios de hoy en día les da miedo la degradación del título universitario y ponen al proceso de Bolonia como bandera simbólica del problema a resolver.
Porqué, actualmente ya son muchos los grados del EEES que ya se imparten en las universidades españolas. Ya han sido aprobados a nivel estatal, y el próximo curso, prácticamente se finalizará el proceso de adaptación.
La incomodidad de los estudiantes y, también la reacción, desde hace tiempo, por parte de una parte del profesorado, expresa inseguridad ante la apertura del espectro universitario.
En lugar de valorar las oportunidades académicas y laborales que se pueden dar, se imaginan los problemas de la desregulación. Muchos colectivos que han quedado protegidos tradicionalmente por una legislación decimonónica y por unos colegios profesionales excesivamente corporativistas se asustan ante lo que pueda llegar.
Mi opinión es clara. Europa y Bolonia no son el problema. Si hay un problema, -que lo hay- está en nuestro interior, por la falta de adaptación de nuestros centros de educación superior a las exigencias de un mundo abierto, de un mercado de trabajo competitivo y de una apuesta clara por la innovación y la investigación, que requiere especialistas y científicos y no "poseedores de títulos” o "garantes de privilegios in eternum”.
La "convergencia europea" en el Espacio Europeo de Educación Superior, o "proceso de Bolonia" ya tiene 10 años. Recordemos que Bolonia es un proyecto de homologación de la estructura de las titulaciones universitarias a los distintos países de Europa (no únicamente los de la Unión Europea) en tres ciclos: Grado, Master y Doctorado.
Como unidad de medida para hacer comparables los estudios en diferentes estados se utiliza el ECTS, o Crédito Europeo Transferible, que valora el número de horas que se estima tiene que dedicar un estudiante medio para superar cada materia (incluyendo el trabajo estudiantil, las prácticas y las horas de docencia presencial por parte del profesorado).
A efectos de la su evaluación, cada título define sus objetivos y cada materia las "competencias" que debería de adquirir el estudiante. De esta manera, a escala europea un graduado, master o doctor podrá trabajar en cualquier parte de Europa, sin más problemas.
Enric Renau
Editor
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