No hace tantos años existía una opinión generalmente compartida sobre el género de las profesiones y, por lo tanto, de lo que debían estudiar hombres y mujeres. Era una época donde se reproducían de forma "natural” los estereotipos sexuales en relación con la distribución del trabajo, las responsabilidades y el poder.Varios estudios sociológicos demuestran que, con los años, algunas cosas han cambiado y otras no: Los valores dominantes ya no permiten aceptar como normal la división sexual del trabajo. Las estadísticas escolares y universitarias demuestran como las mujeres lideran en peso porcentual y absoluto nuestra evolución hacia la sociedad del conocimiento.
Pero, en cambio, hasta hoy se mantienen demasiado las diferencias reales en las ocupaciones según género, en la distribución de responsabilidades en el trabajo y en los salarios. Y también, en la asunción de las tareas del hogar y en el tiempo dedicado a la educación de los hijos.
Como se señala en los interesantes artículos de este monográfico, el sistema educativo puede contribuir en la corrección de las desigualdades en la acción tutorial, en la orientación académica y profesional, en el diseño curricular y la elección de materiales, en la oferta de optativas, en los planes de coeducación, con las actividades organizadas con las AMPAS y, especialmente, con una buena preparación del profesorado.
Demasiadas veces pretendemos que los cambios sociales se produzcan por definición y de forma rápida. Pero sabemos que las transformaciones importantes de las actitudes y comportamientos se producen cuando las nuevas generaciones los adoptan. Para ello es importante que las cohortes más veteranas pongan las bases sólidas para que los cambios no sean sólo "de boquilla” sino reales.
Ello implica planes concretos que combinen la sensibilización social con medidas directas, como las que se proponen en los artículos que acompañan este editorial.
Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com
 Opina sobre este tema en nuestro Foro |
