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Sembrar la semilla de la ciencia y la innovación

Editorial

Coordinemos los esfuerzos públicos, eliminemos trabas burocráticas y "cortoplacistas” y aceptemos que para recoger primero hay que sembrar. No tenemos que crear funcionarios de la ciencia, sino mujeres y hombres que se arriesgan por que dedicarán una parte importante de su vida profesional a algo en lo que creen y para lo que se han preparado concienzudamente durante largos años.


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Enric Renau. Editor
La inversión en I+D en España alcanzó los 8.100 millones de euros en 2007, lo que significa un aumento del 15% en 8 años, debido a la contratación de recursos humanos. Son cifras bajas (1,2% PIB), inferiores al promedio de la OCDE y al objetivo del 2% para el 2010, que suponen una mejora respecto a Europa y los EEUU y un estancamiento respecto a China, Rusia o la India.

En un mundo globalizado donde la distribución territorial de la inversión en investigación, innovación y ciencia está cambiando, son las empresas y su esfuerzo para innovar las que pueden transformar una economía industrial o de servicios en una economía del conocimiento.

Los países que pretendan cambiar las estadísticas de I+D a golpe de subvención no sólo se están engañado sino que además no conseguirán su reto de inversión. Éste es el caso del estado español, y de buena parte de Europa, donde la dependencia del presupuesto público de la inversión en I+D es muy elevada. Si además, desde las administraciones públicas se produce una dispersión de proyectos apoyados y una falta de coordinación de las iniciativas locales, autonómicas y del gobierno central de innovación, la eficacia del esfuerzo puede ser, como mínimo, dudosa.

Es imprescindible hablar claro.

En las escuelas e institutos no se promueve suficientemente la vocación científica, hasta ahora. En las universidades se producen cada vez más artículos científicos, sí, aunque la mayoría de ellos tienen un escaso impacto internacional y poca aplicación real. Es difícil captar talento extranjero porque no existen suficientes proyectos de investigación a medio y, sobre todo, a largo plazo. El talento autóctono sigue prefiriendo marchar al extranjero para aprender y después allá aprovechar las oportunidades para quedarse.

De todas maneras, ahora parece que hay ganas de mejorar. Han explosionado las iniciativas que pretenden estimular el interés por la ciencia, para fomentar el acceso de estudiantes de carreras técnicas y experimentales, las medidas para favorecer la inversión privada en I+D, la vinculación de la actividad investigadora de la universidad con el interés en innovar de las empresas. La fiscalidad ayuda y las subvenciones también.

Coordinemos los esfuerzos públicos, eliminemos trabas burocráticas y "cortoplacistas” y aceptemos que para recoger primero hay que sembrar y que estas semillas no brotarán hasta dentro de unos años. Fomentar la aparición de sembradores tampoco es fácil, sobre todo, por la falta de tradición. ¿Nos acordamos del "Que inventen ellos” de Miguel de Unamuno?

No tenemos que crear funcionarios de la ciencia, sino mujeres y hombres que se arriesgan por que dedicarán una parte importante de su vida profesional a algo en lo que creen y para lo que se han preparado concienzudamente durante largos años.

Finalmente, tampoco se solucionan los problemas de innovación con marketing mal entendido. Una cosa es sensibilizar a la gente y otra vender humo. Ni con promesas de Planes y Leyes sin dotación presupuestaria.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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