Pero lo cierto es que la revolución digital ha superado en una década su origen y todas las expectativas y se ha desarrollado espectacularmente en la mayoría de ámbitos de nuestra sociedad y economía.
Se ha desarrollado, de forma muy destacada en el ámbito del trabajo, en general, y el del acercamiento entre la oferta y la demanda de recursos humanos, en particular.
Como sucede en la mayoría de cosas, y en varios de los artículos de este monográfico lo podemos comprobar, la irrupción de Internet ha conllevado mejoras y problemas en el proceso de búsqueda, oferta y selección de personal.
Lo cierto es que todos los agentes que intervienen en este proceso se tienen que adaptar a las transformaciones que la revolución digital ha suscitado.
En primer lugar, los que buscan empleo, ya sea porqué nunca han trabajado hasta ahora, ya sea porqué quiere cambiar de ocupación o de empresa. Atención a la desigualdad que puede suponer la brecha digital. Atención, también, a las posibilidades de diferenciación de los profesionales candidatos en su presentación on-line ante posibles ofertas interesantes (blogs, uso de imágenes, etc).
En segundo lugar, se tienen que adaptar las empresas que necesitan contratar a alguien. De hecho, ya lo están haciendo, ya sea directamente, ya sea a través de head-hunters y empresas de intermediación. Una empresa puede captar, con mayor facilidad a un profesional de cualquier parte del mundo y ponerse en contacto con él. Puede, también convencerlo, mejor, en función de cómo presente su proyecto de compañía.
En tercer lugar, Internet también modifica la posición de la administración pública, porqué reduce su papel intermediario, al menos en los perfiles profesionales con mayores competencias y, por lo tanto, posibilidades de ocupación. Internet deja a las oficinas de empleo los segmentos más difíciles de insertar laboralmente de manera que pierde información fidedigna y representativa de lo que pasa en el mercado laboral.
La eclosión de los aplicativos on-line también tambalea la función de los profesionales y las empresas de selección de recursos humanos y la intermediación, dado que los usuarios cambian de hábitos.
Éstos actores deben comprender la forma como proceden los que buscan trabajo y situarse adecuadamente como alternativa a los robots virtuales.
Por un lado, deben incorporar contenidos y herramientas de información complementaria y de orientación académica y profesional, también, electrónica, para aprovechar la nueva dinámica que ha generado la búsqueda y oferta de trabajo on-line.
Por otro lado, deben seguir aportando un servicio personalizado e integral, pero en un contexto globalizado, donde el uso de la tecnología juega un papel clave en el éxito o fracaso de las opciones.
Enric Renau
Editor
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