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El abandono prematuro, ese gran déficit

Editorial

Mientras se encuentran soluciones externas, llega el momento de plantearse, individualmente como docentes, si uno está haciendo todo lo que puede para derrotar el fracaso: Mirar si puede influir más en su claustro para que se tomen algunas medidas que podrían contribuir a su reducción. Buenas tutorías. Buena orientación. Implicarse en los programas específicos que se presenten a nivel de la administración o de las entidades de los barrios...


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Enric Renau. Editor
El abandono escolar y universitario prematuro es uno de los grandes déficits del sistema educativo en España. Es lo que denominamos fracaso educativo. Abandono de los estudios obligatorios sin superar la ESO. Abandono de una carrera universitaria sin una alternativa formativa complementaria.

El abandono prematuro de la escolarización es un problema, en primer lugar, del joven que lo vive. Nadie puede estar satisfecho de dejar los estudios, por mucho que desaprovechara las clases o haya tenido una oportunidad laboral, de poco valor añadido, a corto plazo.

También es un problema para el profesor, el tutor, del alumno que percibe como sus esfuerzos para mantener a flote un caso difícil se desvanecen, normalmente, sin dar una segunda oportunidad. La mayoría de profesores, además, normalmente no recibe explicaciones del alumno o sus familiares. Se marcha sin decir ni adiós.

Para el centro educativo, el abandono prematuro es, también, un problema, porqué se presenta ante las administraciones educativas como una organización incapaz de corregir las inercias negativas, de superar las desigualdades de partida. Además, el abandono se esparce súbitamente entre los compañeros, como un virus, y tiene efectos colaterales.

Para el municipio, el abandono significa una pérdida de capital humano entre las cohortes jóvenes. Un riesgo potencial de exclusión y de paro, como se percibirá en los próximos meses.

Para la administración competente en educación, comunidad autónoma y/o Ministerio de Educación, la constatación de que hay muchas cosas que corregir y que la salida al problema necesitará de unos años de inversión, buena disposición por parte de todos y un mínimo consenso entre todas las partes con el apoyo de expertos que centren la problemática y aporten soluciones concretas.

El abandono escolar y universitario no es algo nuevo. Hace años que nosotros mismos ya lo hemos ido señalando como problema. Los informes de la OCDE y la Unión Europeo nos sitúan en mal lugar desde que se hacen estadísticas comparativas. Los distintos cambios de Ley, uno por legislatura, tampoco han dado en el clavo. Los sindicatos se preocupan por otros temas, más corporativista.

Mientras se encuentran soluciones externas, llega, también, el momento de plantearse, individualmente como docentes, si uno está haciendo todo lo que puede, en su aula, con sus alumnos para derrotar el fracaso. Mirar si puede influir más en su claustro para que se tomen algunas medidas que podrían contribuir a su reducción. Buenas tutorías. Buena orientación. Conversar con los familiares en el caso de los institutos. Implicarse en los programas específicos que se presenten a nivel de la administración o de las entidades de los barrios, para aportar su grano de arena.

No pretendo minimizar la importancia de las políticas públicas, al contrario. Lo que sugiero es que la intervención del "Estado” sólo fijará las reglas del juego. Nunca podrá sustituir el papel principal de protagonista del docente, de los alumnos y de las familias.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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