Las escuelas de verano sirven pues, para ampliar la formación especializada en momentos de menos tensión profesional, o para aumentar los conocimientos generales de materias que uno siempre hubiera deseado.
Las escuelas de verano también son espacios de debate y reflexión sobre grandes temas, más allá de la coyuntura, en los que pueden participar profesores que, de alguna manera, pueden salirse del guión académico formal de las asignaturas habituales, para adentrarse en nuevos campos más interdisciplinarios o cruzar fronteras con otras ciencias.
Las escuelas de verano también son importantes escaparates de nuestra sociedad de la comunicación y del impacto mediático. Políticos, personalidades sociales y el resto de fauna famosa aprovecha estos momentos para lanzar globos sondas, spots publicitarios o lanzar puyas a quien corresponda. Los medios, utilizan las escuelas de veranos como platós improvisados a los que gustosamente se prestan los organizadores, para llenar páginas de periódicos y tertulias de radio y televisión.
En definitiva, ¿que haríamos sin las escuelas y universidades de verano si no existiesen? Seguramente, inventarlas de nuevo.
Enric Renau
Editor
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