Los padres y madres, excepto una minoría a la que se le debería hacer un homenaje, tratan al centro educativo casi como una empresa de servicios, como si se tratara de la compañía telefónica, de la luz o la agencia de viajes. Sucede en los centros públicos y en los privados.
Los docentes y otros profesionales del centro escolar son percibidos por muchas familias como unos asalariados que tienen que prestar un servicio de forma eficiente y a los que se les debe exigir resultados más que comprender sus problemas con el grupo clase o de presión laboral.
El profesorado, en general, tampoco considera a las madres y padres de sus alumnos como unos compañeros de viaje con los que compartir experiencias, dudas y retos sobre los alumnos/hijos, sino que son un trámite más para cumplir con el expediente.
Todo ellos se deriva del estudio realizado por la Universitat de Lleida sobre la participación en las escuelas y el papel de las Asociaciones de Madres y Padres (AMPA).
Además, según estudios realizados por DEP, en conjunto, la valoración de las AMPA por parte de las familias no es excelente. Por un lado, las padres más motivados y participativos, se quejan de la poca implicación del resto de familias. Por otro lado, el resto de padres, no percibe un interés en las reuniones organizativas y decisorias ni participa en actividades que desconoce.
Las AMPAS tienen que cambiar. Mi reflexión es que la formalidad, las tareas logísticas y hasta administrativas que hay detrás de algunas asociaciones, consecuencia de la legislación vigente y del poco interés de muchos centros en que funcionen, deberían dar paso a unas AMPAS pragmáticas, útiles, concretas y motivadoras.
Unas AMPAS que tengan una definición clara de objetivos a conseguir y que concentren el poco tiempo disponible de las madres y padres en momentos de intercambio, información y formación, gestionados, en la medida de lo posible, por expertos que dominen las técnicas.
Enric Renau
Editor
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