En cambio, los problemas estructurales del sistema educativo persisten.
Por un lado, la falta de oferta pública de educación preescolar -3-6 años-. Por otro lado, la evidencia que el modelo de educación obligatoria no funciona, según los parámetros de la OCDE (PISA) y según las altas tasas de abandono escolar sin obtener la graduación ESO. El impacto del crecimiento de la población inmigrada y la presión del mercado laboral especialmente sobre este colectivo, pueden ser las explicaciones, pero no se observan respuestas claras y acompañadas de recursos económicos. Ya se ha visto que ni las sextas horas ni las cuestiones lingüísticas eran factores relevantes en el aspecto de la calidad educativa, por mucho que se haya querido utilizar en el ring político. En cambio, la Formación Profesional sigue sin recibir la atención prioritaria que se merece.
En el ámbito universitario, el conflicto se sitúa, a mi entender, en tres líneas. La primera es el alto abandono universitario, fruto de una política de captación basada en la cantidad y no en la orientación académica y de una falta de perspectivas de según que carreras universitarias. La segunda es la persistencia de la endogamia profesoral y de una institución, francamente protegida y subvencionada, que no responde a su autonomía con un compromiso de eficiencia y apertura al mercado sin competir con él. Utilizando la innovación como excusa para recibir nuevos fondos públicos, sin demostrar, de momento, los resultados de la inversión y su retorno a la sociedad.
Llega el momento de exigir responsabilidad y amplitud de miras a nuestros representantes políticos. El sector educativo no puede permitirse, de nuevo, ser la pelota de ping pong del juego electoral permanente al que nos tienen acostumbrados gobiernos y oposiciones. El diagnóstico ya está hecho y las soluciones no son fáciles pero con recursos, consenso y serenidad, son más probables.
Enric Renau
Editor
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