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El poder educativo de la música

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Raül Hernández Hernández. Profesor de secundaria, psicólogo clínico, músico terapeuta y formador para la Fundación Pere Tarrés
Los poderes de la música no son nuevos ni desconocidos y buena prueba de ello la encontramos en la presencia de la música en la vida del todo ser humano desde el principio de la historia de la humanidad. También lo demuestra el hecho de que ésta haya sido utilizada a través de los siglos así como su vinculación a la salud y a la medicina de carácter más tradicional avalada por miles de años de práctica. Es por ello que desde el entorno educativo debemos aprovechar este instrumento tan presente en nuestras vidas como es la música y que nos ofrece tantas posibilidades y tan creativas.

Está demostrado que la música como lenguaje elude las barreras que a veces presenta el lenguaje oral. De esta manera, la música nos permite interactuar incluso cuando ciertas personas padecen enfermedades o trastornos que limitan la comunicación. Un ejemplo claro de esta afirmación lo tenemos en los avances en la relación que los profesionales logran con personas autistas a través de la música. Con los adolescentes, el lenguaje musical permite establecer una vía de comunicación directa que favorece una relación empática que a través del lenguaje oral no siempre es fácil conseguir. Así pues, la música se nos presenta como una herramienta que facilita la comunicación y nos permite establecer puentes de diálogo con aquellas personas que a menudo más lo necesitan, aunque no siempre nos lo demuestren. El ser humano, como ser social que es, necesita comunicarse con los demás y sentir que forma parte de una colectividad. Por todo lo expuesto anteriormente, podemos deducir que la música permite que todo aquel que participe de ella se sienta parte integrante de un grupo humano.

Otro de los muchos aspectos que pueden trabajarse a través de la música, más allá de lo meramente social, tiene que ver con la atención. Hace años que desarrollo mi trabajo en las aulas y son muchas las veces en las que he constatado que en realidad la dificultad que algunos alumnos y alumnas presentan en la adquisición de nuevos conceptos, esta más relacionada con su incapacidad para mantener y centrar su atención, que en la complejidad que pueda tener la materia en sí. La música exige a la persona que la ejecuta un nivel de atención muy elevado (finales, señales que marcan cambios en las canciones, etc…) que por otra parte suele producirse de una manera no consciente para los individuos. Este aspecto tiene que ver sobre todo con el carácter lúdico de la música, cuando ésta no se presenta como un objetivo en sí misma. En este sentido y desde una óptica terapéutica, todas aquellas expresiones o producciones tienen que ser aceptadas y reforzadas por el educador o educadora, porque con ello trabajará la confianza y eso favorecerá futuras intervenciones por parte del alumnado. Así mismo, también es recomendable aprovechar la música para trabajar y aumentar la autoestima de aquel que la produce, objetivo que se logra invitando a participar de dichas producciones a otras personas.
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