En este sentido es de celebrar la investigación sobre el profesorado, centrada en el caso de Catalunya, promovida por la Fundació Jaume Bofill y dirigida por Francesc Pedró, catedrático de la Universitat Pompeu Fabra, que trabaja desde el Centro de Investigación e Innovación Educativa de la OCDE en París.
Francesc Pedró señala varios puntos centrales en relación con las condiciones laborales y profesionales del profesorado.
En primer lugar, demuestra que tener un mejor ratio de alumnos por profesor no significa una mejor calidad educativa y mejores resultados en informes como el PISA. Si hay más profesores pero éstos no se dedican a la actividad docente en clase, sino a gestión o a otras tareas organizativas o administrativas, ¿De qué sirve este ratio global de 9 estudiantes para cada profesor? En el ámbito público, al haber sólo 16 horas de dedicación docente semanal sobre una jornada laboral de 37 horas, se requieren más efectivos lo que conlleva más problemas de gestión, selección y seguimiento y, como se ha visto, peores resultados. Y un porcentaje superior de interinos que genera más inestabilidad y compromiso con el centro docente.
Otro punto de análisis son los salarios de los docentes, superiores a la media de los países de la OCDE, aunque, también lo es el coste de la vida. El problema está en que el sistema español es rígido e ineficaz. El "primer sueldo” español es muy superior a la media internacional, pero esta diferencia positiva se diluye justo cuando los docentes tienen más experiencia, lo que implica que no se prima la mejora y se facilitan unos salarios acordes con una carrera profesional que acredite unas competencias que sólo se consiguen con los años de trabajo. Es lo que sucede con los sistemas funcionariales poco preocupados por la mejora continua.
El último aspecto a destacar es el de la formación continua y la adquisición de nuevas competencias, algo que también tiene que mucho que ver con la carrera profesional. Mucha oferta de cursos y actividades para una demanda saturada y poco incentivada, a la práctica, aunque retóricamente se transmita la necesidad de formación permanente. No se trata de hacer más cursos, sino de fomentar que los docentes acrediten la adquisición de nuevas competencias indispensables para los nuevos tiempos y se les recompense por ello.
Finalmente, el estudio desmonta el tópico del profesor quemado e insatisfecho con su actividad profesional y con unas malas condiciones laborales. La encuesta de satisfacción registra unos buenos resultados. Pero también denota un envejecimiento de la profesión, una interinidad entre los jóvenes, y una falta de mecanismos que estimulen la mejora, la innovación y la autonomía de cada profesor y de cada centro.
Enric Renau
Editor
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