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¿Aprender a Aprender o Aprender a Enseñar?

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Bosco Sanz; Mónica Casado. PAC, orientadora y Responsables de Convivencia del C.C. Juan XXIII (Valladolid)
Tomar notas, subrayar, hacer esquemas y resumir son actividades que parecen facilitar tanto el aprendizaje como la retención del material de estudio. Por lo tanto, abrimos el libro en la página tal y realizamos una prelectura rápida para, a continuación, hacer una segunda lectura comprensiva más pausada y profunda cuyo objeto es la comprensión de los ejes argumentativos del autor, de sus afirmaciones principales, de sus fundamentos y de cómo se conectan las ideas entre sí. Qué quiere decir el autor, en definitiva. Podemos acompañar dicha lectura comprensiva con un subrayado para resaltar las ideas principales, incluso, con otro color, otras ideas secundarias. Una vez que ya se tiene una idea general y clara sobre el tema en cuestión, y se ha resaltado las ideas primordiales y las complementarias, pasamos a la elaboración del correspondiente esquema, siendo el esqueleto del mismo las ideas subrayadas en el texto. Una vez terminado el mapa conceptual, lo estudiaremos para ver si falta algo y cuando está concluido del todo, y como complemento de todo lo anterior, se trabajará el resumen que, sin llegar a ser muy extenso, deberá recoger lo principal de la lección con mayor detalle que en el esquema. Una vez realizado todo esto, podemos empezar a estudiarlo más en serio, con la certeza de que estamos haciendo todo lo correcto. Divertido, ¿no?

Pues ahora, para ver qué fácil es, coge un libro sobre un tema, sobre un tema cualquiera, sobre cualquier materia. Bueno, sobre cualquiera no, sobre una temática que aborrezcas y te tedie y desanime. Y ahora mismo, según leas esto, ponte a realizar todo lo anterior. ¿Y con qué motivo? Pues con ninguno, por supuesto. Porque me da la gana a mí. Y ahora cuenta, ¿te apetece hacerlo o intentarás poner cualquier excusa para escaquearte? Lo mismo dices algo así como que has quedado, que tienes que terminar un libro o llamar a unos amigos, que tienes que hacer la cena o la comida, ir a trabajar o quizá ya estés trabajando, o es muy tarde y tienes que madrugar mañana o ya has madrugado hoy y acabas de salir de la ducha. Pues da igual, si quieres saber cómo se sienten algunos chicos de nuestros institutos a la hora de enfrentarse al estudio, deberías ponerte a hacerlo. Porque si no, puede que te quedes sin salir este fin de semana, porque suspenderás el examen de mañana.

Y no digo que a esos chicos se les presenten situaciones parecidas. Digo que ellos se sienten tal y como vosotros os sentiríais si os sucediera eso a vosotros mismos en esas circunstancias y su disposición hacia la materia es la misma que la vuestra hacia ese tema que siempre os aburre. Ellos también se aburren y, al igual que vosotros cuando terminéis de leer esto, se irán a sus quehaceres y obligaciones: hablar por teléfono, protestar, ver la tele, quejarse de la cena o de la comida, hablar por el Messenger, mandar sms, jugar al WoW, a la consola, jugar al basquet, leer, hacer atletismo, oír música y escuchar a los amigos, pasear, hablar y reír.

Y pienso que, si bien estas estrategias de aprendizaje, llamadas antes técnicas de estudio y dentro de un tiempo, no sé qué serán, son buenas, son útiles y efectivas, también es cierto que sólo se podrán utilizar si se decide dedicar tiempo y esfuerzo al tema de trabajo. Sólo cuando los estudiantes logren focalizar su atención en la información del material de estudio, sólo entonces serán válidas.

Y aquí es donde se falla a menudo. En la motivación que presenta el alumno hacia la materia que hace que éste la reciba sin ganas, sin interés, casi como si fuera un castigo ya que no comprende por qué debe estudiar los tipos de rocas que existen, los climas de todo el mundo, las economías de países que o salen ni en películas o las reacciones químicas que se producen cotidianamente. Ya se sabe, es su obligación, su trabajo. Tus padres trabajan y tú debes estudiar, es tu obligación. Ah, vale.

Las estrategias de aprendizaje son necesarias, eso no hay duda, y hay que enseñarlas de un modo natural y gradual desde primaria. Igual que se enseña que hay que dejar márgenes antes de empezar a escribir, hay que ir instruyendo al alumnado en estas técnicas precisas para facilitar el estudio. Lo que pasa es que no sirven, no son útiles sin una primera fase de motivación. Los chicos tienen que querer aprender, tienen que sentir que necesitan aprender a aprender y entonces usarán esas estrategias, que no son otra cosa que las herramientas del pensamiento que utilizan los estudiantes para comprender un texto cualquiera u otra cosa.

Llegados a este punto, continúo pensando, creo que no hay ningún libro mágico donde nos puedan contar cómo hacer nuestras materias atractivas para toda la totalidad de nuestro alumnado. No hay otra varita mágica que la de sentir el por qué somos educadores y por qué nos dedicamos a la enseñanza y decidir hacerlo lo mejor que podamos. Y lo hacemos porque somos especiales y somos capaces de conseguir hacer un poco atractivas todas las asignaturas, por más tediosas que te parezcan. Y sólo porque somos capaces de conectar con nuestros chavales. Y sólo porque sabemos que somos capaces, lo vamos a demostrar hoy. Vamos a despertar su interés, a fomentar la participación y la socialización de todas nuestras alumnas y alumnos, les vamos a permitir expresarse con libertad, con respeto y seguridad y llevaremos a cabo todo lo necesario para que los aprendizajes que adquieran sean significativos, que no es más que aprendamos a enseñar todo lo anterior.

Y ahora contad, ¿cuántos os vais a poner a estudiar de inmediato esa materia soporífera que os espera? ¿Cuántos aprobaríais el examen de mañana de esa asignatura que no os dice nada y detestáis?

Seguro que tú no.
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