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Los rankings como herramienta de decisión

Artículo de opinión

Los rankings, por su carácter sintético e intuitivo, son una gran ayuda para reducir esta incertidumbre y copiosidad de información. Es pues necesario comenzar reconociendo el papel beneficioso de herramienta de información. Sin embargo, para que esta herramienta sea útil, debe pasar unos tests mínimos de relevancia, completitud y fiabilidad.


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Luis Palencia. Director del Programa MBA de IESE Business School
En los últimos años ha aumentado de forma considerable el interés en las Escuelas de Negocios y por tanto las publicaciones sobre éstas. En esta línea destacan los rankings sobre las propias escuelas y sus programas publicados periódicamente. Dada la importancia que tienen algunos de estos rankings en el proceso de elección de escuelas o programas, es pertinente hacer algunas reflexiones sobre su utilidad, sus riesgos y su uso.

Necesidad de información

No hay duda de que los candidatos a programas en dirección de empresas, los responsables de contratación o los profesionales de la educación al decidir dónde formarse, contratar o trabajar respectivamente afrontan una decisión de gran importancia con información limitada.

La importancia y quizá sea más evidente para los candidatos a programas, no sólo por la cuantía de la inversión, habitualmente alta, sino por la expectativa del impacto transformador que un buen programa ha de tener en su futuro. La falta de información es debida, entre otras causas, a la proliferación de centros y tipos de programas (en dirección general o especializados, de pocas semanas o de larga duración, a tiempo completo o a tiempo parcial, presenciales o a distancia, internacionales o locales, de metodología activa o pasiva…), al hecho de que al ser ésta una decisión que se toma una sola vez no hay aprendizaje reutilizable y a la dificultad de transmitir éste tipo de experiencias por quienes ya han hecho programas de este tipo.

Los rankings, por su carácter sintético e intuitivo, son una gran ayuda para reducir esta incertidumbre y copiosidad de información. Es pues necesario comenzar reconociendo el papel beneficioso de herramienta de información. Sin embargo, para que esta herramienta sea útil, debe pasar unos tests mínimos de relevancia, completitud y fiabilidad.

Algunas dificultades

Los rankings se enfrentan en primer lugar a un importante reto metodológico ya que entender y categorizar primero la gran diversidad de información apuntada y reformatearla después para hacerla entendible, es un reto muy importante. Si añadimos que cada candidato buscará atributos diferentes en cada programa, nos podemos hacer a la idea de la dificultad en que un ranking sea relevante a todos los candidatos potenciales. El reto metodológico afecta, pues, a la relevancia.

Una segunda dificultad, o reto de la complejidad, se debe a los recursos limitados (en tiempo y en conocimiento) que tiene el candidato para procesar información compleja y copiosa. Así los rankings no solo ignoran la diversidad de los diferentes candidatos (al elegir por ellos la cesta de variables relevantes) sino que deben a continuación perder matices al reducir todas estas variables a un solo índice, susceptible de ser ordenado (donde los pesos de cada variable también son ajenos a las preferencias del candidato). El reto de la complejidad afecta a la completitud.

Finalmente, los rankings han de superar el reto de medición, o la dificultad para traducir algunas de las variables a números agregables. La dificultad puede ser intrínseca (¿cómo medir, por ejemplo, de forma satisfactoria y comparable las "capacidades de liderazgo desarrolladas durante el programa”?) o debida a la (falta de) rigurosidad de la información base. La información que sirve de base a los rankings suele darse la propia escuela analizada, por los participantes o antiguos alumnos o por empresas que contratan en esa escuela. Toda esta información es difícil de auditar, y siendo los incentivos para escalar en el ranking poderosos, es fácil que la información suministrada sea, cuando menos, muy optimista. El reto de medición afecta, pues, a la fiabilidad de los rankings.

Sin embargo, a pesar de las limitaciones señaladas, el problema de falta de información persiste y no hay muchas alternativas mejores (los organismos acreditadotes tienen algunas dificultades propias, y no garantizan "que en cada momento estén todos los que son o sean todos los que están”; las guías informativas son necesarias pero no suficientes y las presentaciones de las propias escuelas en ferias o eventos no son objetivas) por lo que el debate no debería en si los rankings son o no relevantes, completos y fiables sino más bien en cómo utilizarlos.

¿Cómo utilizar los rankings?

En primer lugar, es imprescindible invertir tiempo en entender cómo se ha elaborado el ranking. Entender bien cuáles han sido las variables utilizadas (desarrollo profesional, salario, relación coste beneficio, progresión profesional, validez real de la red de antiguos alumnos…), cuál es el origen de la información base (alumnos, antiguos alumnos, empresas contratadotas, la propia escuela…), y cuál es la metodología empleada (encuesta universal, muestreo, pesos, tratamiento de números extremos…) es una tarea ineludible, si hemos de ser consistentes con la importancia de la decisión a tomar.

En segundo lugar, y dadas las dificultades mencionadas, deben tomarse los resultados con cierta precaución (reconociendo, por ejemplo, que los errores de medición pueden superar en ocasiones las pequeñas diferencias que separan unas posiciones de otras) desconfiando de resultados chocantes. Interpretar de modo crítico el ranking es una tarea que, por su importancia, no puede delegarse.

Finalmente, y dadas las diferencias en metodología, en información base y en las variables empleadas de algunos rankings conocidos, se sugiere analizar la evolución de la escuela en un ranking agregado que de una imagen poco distorsionada.

¿Cómo decidir?

En la compra de productos de valor, como un automóvil o una vivienda, no decidimos basándonos únicamente en listados de revistas especializadas. Si bien estos estudios pueden ser un punto de partida, solemos completarlos con opiniones de usuarios objetivos, probando el artículo personalmente y sobre todo haciendo un análisis riguroso de necesidades. Si la duda persiste, nos protegemos dando un extra de consideración a factores tales como la calidad, la seguridad y el prestigio de la marca.

La decisión sobre qué programa hacer debería hacerse siguiendo pautas similares: dedicar un tiempo suficiente a definir las necesidades y los objetivos que perseguimos; preguntar a antiguos alumnos, responsables de contratación y otros candidatos; visitar la escuela para conocer de primera mano el programa, ver cómo son los otros candidatos con los que se compartirá programa y comprobar si lo que se ve se corresponde con la imagen que se proyecta.

Concluyendo, en este proceso los rankings deben ser un elemento importante de apoyo pero no deben sustituir el proceso de pensar, en profundidad por uno mismo. Después de todo, un programa MBA ayuda a tomar mejores decisiones y, la decisión de a qué escuela ir, puede ser un excelente punto de partida.
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