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Opencourseware

Editorial

Crear una red global de conocimiento con la posibilidad de compartir gratuitamente materiales didácticos, tiene todo su sentido y podría contribuir, a priori, a la reducción de las desigualdades en el mundo. ¿Pero quién va a poder financiarla? Detrás de todo lo gratuito siempre hay quien lo paga.


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Enric Renau. Editor
La iniciativa OpencourseWare (OCW) es una publicación libre y digital de materiales de alta calidad, organizados en forma de cursos, coordinada por un Consorcio en el que colaboran más de 100 universidades o centros asociados, entre ellos 13 del estado español.

Este Consorcio se preocupa de unir un amplio y profundo cuerpo de contenidos educativos en abierto, usando un modelo compartido, con la misión de extender la educación en el mundo y la formación de las personas. A su vez, el Consorcio vigila que no se infrinjan los derechos de autor, ni los derechos de las propias universidades.

Parecido a la idea del "sofware libre”, debo reconocer que ante el Opencourseware tengo unos sentimientos ambivalentes.

Por un lado, es de elogiar que varias universidades prestigiosas, lideradas por el MIT y la Universidad de Berkeley, se hayan planteado el interés en difundir a través de la red una parte de su conocimiento acumulado, de manera que mucha más gente pueda aprovechar unos contenidos que tienen un valor social indudable, si el proceso de su admisión se produce de forma rigurosa y constante.

La idea de una red global de conocimiento que está detrás del OCW partiendo de la posibilidad de compartir gratuitamente materiales didácticos tiene todo su sentido y podría contribuir a la reducción de las desigualdades en el mundo.

Sin embargo, siempre he pensado que detrás de todo lo gratuito hay alguien que paga por ello. Bien es cierto que la idea del OCW ha recibido apoyo de patrocinadores como Universia en España pero, alguien debe haber pagado a los profesores, investigadores o científicos que aportan sus conocimientos de forma tan gratuita a la red.

Por definición estos contenidos-cursos no pueden ser comercializados, lo que implica que lo que unos pudieron disponer con su matrícula en su momento, otros lo van a tener gratis.

Llevando al extremo la reflexión, ¿quién va a pagar las tasas universitarias ya subvencionadas si después te encuentras los materiales en la red? ¿Y qué Universidad va a pagar a unos docentes que ya tengan todo su conocimiento en la red? ¿Y qué gobierno financiará a una universidad que "regala” sus cursos más preciados?

Como sucede con la música, la cultura, el cine y el entretenimiento, Internet está cambiando el modelo de negocio de muchas empresas y sectores que parecían consolidados y el modelo de servicio de muchas instituciones públicas que prestan un servicio a la comunidad como la atención a las personas o la educación.

Un ejemplo. Las bibliotecas acercan la lectura a las personas y, por lo tanto, debemos invertir en ellas. Pero la industria editorial no vive de las bibliotecas, sino de los libros vendidos, como les ocurre a los escritores. Además, si no existiesen las librerías y sólo dependiéramos de la oferta bibliotecaria, quien controlara políticamente las bibliotecas tendría un control excesivo sobre la sociedad que recuerda los intentos de ciertos totalitarismos durante décadas.

Con la formación podría suceder algo parecido.

Prefiero que cada uno pague lo que vale cada producto o servicio, eso sí, con una potente política de becas y de igualdad de oportunidades que no es lo mismo que regalar la formación universitaria.

Si los desarrolladores del Consorcio OCW ofreciesen cursos obsoletos, este movimiento sería bastante engañoso. Si es formación universitaria puntera, no comprendo en qué piensan los rectores universitarios o los gobernantes que los financian.

Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com





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