Las organizaciones (empresas, asociaciones, administraciones, centros educativos, etc.) son más eficientes y más eficaces aplicando lógicas racionales y científicas que no las aglomeraciones de masas o las asambleas.
Sin embargo, en última década, hemos aprendido esta que el ser y los grupos humanos no pueden funcionar sólo mecánicamente, por mucho que la estandarización de procesos y la lógica racional sean más eficaces a corto plazo.
Los humanos no somos animales. Pero tampoco somos máquinas. Recuerdo perfectamente la película Tiempos modernos de Charles Chaplin que evidenciaba las contradicciones de la organización científica del trabajo (Taylorismo). y del trabajo en cadena (Fordismo).
El redescubrimiento de la inteligencia emocional nos ha permitido comprender que un comportamiento basado en valores y sentimientos compartidos no acerca más al bienestar y a la felicidad que el utilitarismo individualista, es decir, la maximización de los intereses individuales.
Hemos comprendido y estamos intentando aplicar formas de comportamiento social y organizacional que favorezcan las relaciones interpersonales, el trabajo en equipo, el clima grupal, el compromiso con el conjunto. Posiblemente una metodología que favorezca la inteligencia emocional en un centro educativo es más eficiente que la aplicación criterios estandarizados de producción al estilo del Ford T de Charlot.
Sin embargo, no caigamos en el papanatismo de pensar que, en el ámbito educativo, la educación emocional es la respuesta a los principales déficits del sistema educativo. Seguro que la educación emocional puede ayudar, pero, según mi punto de vista, el factor principal que impide mejorar la actividad académica y organizativa en las aulas es que el sistema no estimula y, en algún aspecto, hasta impide, premiar a los más responsables y trabajadores y no penaliza a los que "se escaquean” y a los vagos (que siempre los hay).
Enric Renau
Editor
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