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El futuro de las prácticas
Artículo de opinión
Efectivamente, las prácticas no curriculares son un complemento de formación que acerca el mundo de la teoría, recibida en el ámbito de las aulas, al mercado laboral y a las diversas exigencias que las empresas requieren de los titulados. Teóricamente se pretende que los alumnos realicen, bajo la supervisión de un profesional, labores propias de su titulación, emergiendo las competencias que en cada caso se les suponen. Pero el mundo empresarial va un poco más allá y cuando atisban la necesidad, a corto plazo, de nuevos fichajes en sus plantillas, suelen ofrecer al alumno en práctica, que curse su último año en la universidad, la posibilidad de una inmersión más profunda en su propio "know-how” de modo que puedan asumir, de manera más fiable, su incorporación como profesionales. Según datos de la OCDE, el 12% de los contratos para la formación y el 28% de los contratos en prácticas, se convierten en contratos fijos.
Desde esta perspectiva efectivamente las prácticas, en general, se adaptan a las necesidades del mercado pues es él mismo quien de una forma u otra determina su desarrollo. En cualquier otra situación y dado el proceso comentado en el párrafo anterior, en el ámbito de nuestra comunidad, Madrid, les resulta más fácil incorporarse al mercado laboral a aquellos alumnos que han realizado al menos dos prácticas que a los que no han llevado a cabo ninguna. Suelen las empresas "fiarse” más de aquellos cuyo bagaje se ha completado con la realización de tareas "profesionales” que de los que no han tenido la suerte o las ganas de hacerlas. Los estudios de inserción laboral de la práctica totalidad de las universidades españolas reflejan esto mismo y entre los factores más determinantes para conseguir un empleo se encuentra la experiencia profesional. Su falta es considerada como la segunda dificultad más importante para el acceso al trabajo por parte de los licenciados Además, es el requisito de acceso al empleo nombrado con más frecuencia (+ del 75 %) por los estudiantes universitarios.
Sin embargo, parece que ninguna de las partes implicadas, alumnos, universidad y empresa terminan de aceptar los usos sobre prácticas tal y como están en la actualidad. El alumno y la universidad piden mayor proyección de las mismas como complemento formativo para una próxima inserción laboral. Por su lado la empresa pide un mayor peso en los créditos de los conocimientos prácticos frente a la teoría de cada una de las asignaturas y en todas las titulaciones.
Los estudios de Formación Profesional han solucionado en parte la situación introduciendo en sus planes de estudios prácticas curriculares obligatorias con mucho peso dentro de los créditos requeridos para la consecución del título. De igual forma titulaciones universitarias, fundamentalmente del campo de las ciencias de la educación, tienen el "Practicum” con una carga en créditos, muy superior a cualquier otra materia. Tal vez éste sea el camino a seguir en los próximos desarrollos curriculares, valorando las prácticas universitarias como se merecen y como el mercado y las empresas lo requieren.
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