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Los nuevos profesionales ante las exigencias del mercado laboral

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Antoni Garrell i Guiu. Director General de la Fundación para la Escuela Superior de Diseño ESDi
Se acaba el curso y nuevos profesionales, algunos de ellos con experiencia adquirida durante los estudios, saldrán de las aulas universitarias dispuestos a afrontar con determinación los retos que el futuro, hecho presente, les plantea. Los nuevos titulados, con el equipaje lleno de conocimientos, ilusiones y proyectos, analizarán las salidas profesionales en busca de su primer empleo. En esta aproximación, los graduados que hayan cursado sus estudios en escuelas que mantienen una estrecha relación con el mundo empresarial, tendrán una ventaja competitiva importante.

Ellos saben que su tarea principal es, a partir de ese momento, buscar trabajo. Deben tener claro qué tipo de trabajo y empresa son los más apropiados para la consecución de sus objetivos y expectativas de desarrollo profesional. También deben ser proactivos, explicar y evidenciar lo mucho que son capaces de hacer, aunque no deben ser en exceso pretensiosos, y deben sacar consecuencias de los casos en que no han superado el proceso de selección, analizando las debilidades y buscando formas de superarlas; sabiendo que por difícil que sea el camino al final alcanzarán su objetivo. Unos retos y problemáticas distintos a los que se han enfrentado durante su período universitario.

A algunos de los nuevos profesionales les asalta la duda de si las salidas profesionales de los diseñadores están definidas con nitidez en una sociedad cambiante como la actual y, a diferencia de lo que ocurre con otras profesiones, si realmente su trabajo es valorado por la sociedad y por la empresa. Incluso, algunos de ellos, dudan si los estudios recibidos son los más idóneos respecto a las exigencias del mundo laboral. Ellos hacen propias las dudas, emitidas por agentes sociales, sobre la adecuación de los estudios a las exigencias de un mercado que requiere personas altamente adaptables, que entiendan que nada es permanente, que las circunstancias obligan a ajustarse, que se requiere un fuerte espíritu emprendedor, que hay que anticiparse a los hechos y a los mercados, que las lecciones de los fracasos son más útiles que las de los éxitos… Un conjunto de exigencias que, a su vez, establecen las bases o requisitos que deben cumplir los planes de estudios y los métodos docentes.

Es desde estos requisitos que se debe afirmar que la mayoría de escuelas universitarias cumplen con la exigencia que la sociedad y la empresa requieren en el contexto de la sociedad de la información. Esto es así, muy especialmente, en las escuelas de diseño que han asumido este compromiso, conscientes de que los diseñadores son claves para la diferenciación de los productos, la generación de emociones y estímulos positivos hacia las organizaciones, y para facilitar la complicidad entre clientes y proveedores. Consecuentemente sus programas académicos dotan a los estudiantes de las aptitudes requeridas y su metodología docente se desarrolla con procesos que les permiten alcanzar las actitudes que debe tener un buen profesional.

Los diseñadores que acceden al mercado laboral conocen perfectamente que antes los modelos sociales y productivos tendían a la concentración y hoy a la diversificación, que de la visión local se ha evolucionado a la global, que la oferta es infinitamente superior a la demanda, que de productos estándares y básicos se ha pasado a los personalizados y con alto valor, que del despilfarro se debe pasar a la sostenibilidad; en definitiva conocen todos los aspectos básicos para moverse en el entorno altamente competitivo del mundo actual.

En momentos claves, como lo es la búsqueda del primer trabajo, es bueno no enviar mensajes erróneos que generen confusión y que condicionen su futuro profesional: los jóvenes deben saber que todo es cambiante, que sus capacidades de hoy serán obsoletas mañana, pero que tienen todo lo requerido para aportar valor con su trabajo a corto y medio plazo y que disponen de los niveles de conocimiento suficientes para seguir aprendiendo y poder seguir siendo competitivos y creativos a lo largo de toda su vida profesional. Por ello cabe afirmar con rotundidad que los jóvenes titulados de hoy son lo que la economía del conocimiento requiere y, consiguientemente, que las empresas tienen a su disposición el capital humano necesario para afrontar grandes y significativos desafíos.
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