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La práctica diaria de enseñar a aprender

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Ana Benito Martín. Educadora en el programa de extraescolares Latchkey, en Port Aransas, Texas (EE.UU.)
Existe una curiosa paradoja con las técnicas de estudio. Entre las características que tienen los alumnos con dificultades de aprendizaje se encuentran, entre otras, la falta de motivación la tendencia a aplazar tareas, falta de organización y planificación, dificultades de concentración y para gestionar su tiempo y falta de mecanismos para evaluar cómo progresa su aprendizaje. Por otro lado, las técnicas de estudio se basan en habilidades como evitar distracciones, planificar, organizar el tiempo, mantenerse concentrado, la evaluación y reflexión sobre el aprendizaje etc. Es decir, le exigen al alumno habilidades que no tienen de antemano.

Esta idea la exponía Miguel Ángel González Expósito en su artículo Y Después llegaron las técnicas de estudio, publicado en el monográfico de 2005 de Educaweb sobre técnicas de estudio. En su artículo indicaba que en su instituto trabajaban con estas habilidades antes, o al menos en paralelo a la aplicación de las técnicas de estudio.

Se pueden obtener dos importantes conclusiones. Que los alumnos necesitan aprender estas habilidades para aplicar las técnicas, y que las técnicas tienen escasa utilidad sin estas habilidades. La escuela debe hacerse cargo de educar estas competencias en los alumnos.

La reforma educativa del noventa (LOGSE) y la nueva reforma a punto de estrenarse (LOE) hacen especial hincapié en que la metodología educativa debe ir dirigida en todas las etapas de la educación a que los alumnos "aprendan por sí mismos” o a "aprender a aprende”. Sin embargo, este concepto se ha convertido en una frase hueca que se repite sin que la metodología didáctica haya cambiado demasiado para cumplir este objetivo.

En lenguaje pedagógico a esta idea se le denomina metacognición que consiste básicamente en "pensar acerca de nuestros pensamientos”. Es decir, se trata de dirigir la atención del alumno hacia su propio aprendizaje, de hacerle consciente de los mecanismos y estrategias que utiliza para aprender y de que controle y evalúe su aprendizaje.

Aunque la idea pueda parecer sorprendente, los alumnos en ocasiones no son conscientes de si aprenden y de cómo aprenden. Como señala Michael Martínez del departamento de Educación de de la Universidad de California ”creer que uno entiende cuando en realidad no entiende es un error serio y muy común”.

En cierta ocasión mis alumnos de tercero de BUP me pidieron que no les pusiera un examen de Biología "de pensar”. Recibieron con burlas y risas mi comentario de que su obligación como estudiantes era pensar y me aclararon: "Nuestra obligación como estudiantes es estudiar”. Para ellos estudiar y pensar eran fenómenos perfectamente separados, no eran conscientes de que mientras "estudiaban” no comprendían, y por tanto no podían aplicar su conocimiento. En otra ocasión, le pedí a un alumno de quince años que leyera un texto en voz alta. El alumno se negó, porque no sabía leer, luego me aclaró: "bueno, si sé leer, pero no comprender”. En este caso, el alumno sí era consciente de que no comprendía, pero carecía de estrategias para solucionar su falta de comprensión. En los dos casos estos alumnos carecían de estrategias metacognitivas.

La enseñanza tradicional centrada más en la transmisión de contenidos que en la actividad del alumno puede favorecer un aprendizaje mecánico que limita el desarrollo de estrategias metacognitivas. En este contexto los alumnos pueden aprobar "estudiando”, aunque no aprendan, y otros carentes de estrategias de aprendizaje quedan abocados al fracaso. Se puede, sin embargo, integrar el aprendizaje de todas estas habilidades y estrategias en el día a día escolar. Para ello, es necesario que la metacognición sea parte de la instrucción, de los materiales didácticos empleados en el aula y de la evaluación.

Esta concepción del aprendizaje no se opone a la enseñanza tradicional, la transmisión del conocimiento, el aprendizaje de contenidos y hechos es una parte indispensable, pero un aprendizaje de calidad y profundo deber aspirar a que el alumno sea capaz aplicar, analizar y evaluar lo aprendido, a pensar de forma crítica y a elaborar sus propias ideas. Introducir la metacognición así como otras estrategias de instrucción, como centrar la práctica en la actividad del alumno o la colaboración, complementa las prácticas tradicionales para asegurar un mejor aprendizaje. Debe considerarse como una evolución natural de la práctica en el aula consecuencia de un mejor conocimiento de cómo se aprende.

Se pueden incorporar técnicas para aprender a aprender, en la práctica diaria. Por ejemplo, la técnica "qué se, qué quiero saber, qué he aprendido”, u otras como la tormenta de ideas, el uso de diferentes organizadores gráficos o de diarios, ayudan a reflexionar al alumno antes de la instrucción, le estimulan a que busque respuestas a las preguntas que se ha planteado y le incita a la reflexión sobre lo que ha aprendido.

Con esta idea en mente el profesor puede crear o seleccionar materiales didácticos que estimulen al estudiante a trabajar de forma activa y que estimulen la reflexión, frente a materiales que exponen hechos de una forma lineal. De la misma forma, el tipo de actividades que seleccione deben tener integradas acciones sobre aprender a aprender. En este sentido la investigación propone favorecer actividades que estimulen el pensamiento crítico, la resolución de problemas en un contexto real y la colaboración.

La integración de la metacognición en la evaluación es clave para que esta forma de enseñar tenga éxito. Lo alumnos actúan de forma estratégica frente a la evaluación. Si sólo se les evalúa y califica por memorizar, eso será exactamente lo que harán. Cultivar procesos mentales de orden superior lleva esfuerzo, que no harán si no se les exige.

Se puede introducir la metacognición en la evaluación estimulando la auto-evaluación del alumno en cómo ha aprendido algo y en cómo puede hacerlo mejor; proporcionando comentarios frecuentes al alumno sobre su progreso (evaluación formativa) que guiarán al alumno y usando instrumentos de evaluación variados. Un ejemplo es el portfolio que viene a ser un archivo en el que el alumno selecciona productos de su propio trabajo que a su parecer demuestran su progreso, puede incluir también reflexiones de porqué seleccionó ese trabajo, de cómo evidencia ese trabajo su progreso o aprendizaje o de cómo puede mejorar en los siguientes trabajos.

Estos son sólo algunos ejemplos. Existen una gran cantidad de técnicas y estrategias didácticas que se pueden introducir en la práctica diaria para que, al tiempo que aprende contenidos, el alumno aprenda a ser consciente, a hacer un seguimiento y a evaluar sus pensamientos. En resumen a para enseñarles a ser estudiantes eficientes y versátiles que dispongan de habilidades, estrategias y técnicas variadas para dirigir su aprendizaje.

Integrar los aspectos del aprender a aprender de forma constante en la instrucción es de gran importancia, de otra forma como indica Robert Sternberg catedrático (profesor) del departamento de psicología de la universidad de Yale, ”los estudiantes encuentran este tipo de instrucción irrelevante porque se han acomodado en una forma de estudiar pasiva e inconsciente”. Estimular la metacognición en los alumnos debe ser una labor diaria desde el primer día de la escolarización y no una anécdota aislada, como tutorías en técnicas de estudio desconectadas de las asignaturas o cuando aparecen dificultades de aprendizaje. Los alumnos educados en este "aprender a aprender” son independientes, asumen la responsabilidad de su propio aprendizaje y, por tanto, son capaces de seleccionar y aplicar, con eficiencia, las técnicas de estudio más apropiadas a cada situación.
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