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Formación, empleo y actitud

Editorial

Deberíamos revisar que mensajes se transmiten desde la formación profesional y desde la universidad en relación con el mundo del trabajo, teniendo en cuenta cómo de cambiante será la actividad laboral del futuro, e incorporar, también, una actitud de interés de adaptación a los cambios tecnológicos y organizativos, una apuesta por la gente con iniciativa y con interés por la innovación científica y cultural.


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A partir de una cierta edad y de la adquisición de unos conocimientos suficientes, la formación debe estar muy vinculada al mundo del trabajo. Me refiero a los Ciclos Formativos de Grado Superior y a la Educación Superior universitaria de grado y postgrado.

Ello no significa que sólo deban transmitirse conocimientos útiles para el mundo laboral y que el resto de aprendizajes adquiribles no tenga sentido. La adquisición de cultura básica de referencia en el área de conocimiento elegido también suma, y más de lo que parece, a medio y largo plazo.

Sin embargo, como hemos señalado, hay un momento que la formación tiene que pensarse en clave de desarrollo personal y crecimiento profesional, es decir, pensando en un oficio o en una ocupación.

En este punto hay dos opciones: la búsqueda de un título suficiente que permita ser seleccionado en una empresa, entidad sin ánimo de lucro o administración o la adquisición de unas competencias profesionales y actitudinales que permitan desenvolverse y progresar en el mercado laboral.

Desde mi punto de vista, el título, sin menospreciar su valor de reconocimiento, tiene que ser sólo percibido como la acreditación de unos conocimientos, pero no debería ser ni un fin en sí mismo ni la garantía definitiva del éxito en el mundo laboral.

Por eso, Europa nos empuja hacia un sistema de formación a lo largo de la vida, en el que, a medida que uno vaya adquiriendo los conocimientos, competencias profesionales específicas y transversales (ofimática, idiomas, etc.) y demuestre unas habilidades y destrezas, pueda acreditarlos y acumularlo en su mochila personal.

En un país donde la titulitis pesa demasiado, especialmente en el sector público y, en cambio, no se valoran otro tipo de competencias y actitudes, se prima demasiado el "sacarse un título”, empollando, a costa de lo que sea. En cambio, una vez encontrado un trabajo, no se evalúa de forma permanente ni la progresión en la adquisición de nuevas habilidades o capacidades ni la actitud ante el trabajo.

Parece como si lo importante fuera llegar, más que superarse.

Este problema se ha acentuado por dos motivos: por la rigidez del sector público y de una parte de las grandes empresas que dificulta la movilidad vertical y, por otro, por los valores de muchos jóvenes que no relacionan esfuerzo y perseverancia con el trabajo de su vida y prefieren cambiar de empresa que reciclarse y progresar dentro de la misma. Jóvenes que, muchas veces, valoran más el sueldo que ganar, que no el propio valor del trabajo.

Mi opinión es que nuestro sistema social y económico debería primar más las actitudes positivas ante el trabajo, la responsabilidad y la vocación de crecer y, por lo tanto, debería tener mecanismos adecuados para seleccionar a los profesionales que lo puedan demostrar.

Finalmente, seguramente, también se debería revisar que mensajes se transmiten desde la formación profesional y desde la universidad en relación con el mundo del trabajo, desde su acceso a su progresión, teniendo en cuenta como de cambiante será la actividad laboral del futuro, e incorporando también, una actitud de interés de adaptación a los cambios tecnológicos y organizativos, la falta de gente con iniciativa y la necesidad de innovación científica.

Enric Renau
Editor






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