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Los medios de comunicación son agentes (des)educadores

Editorial

Nos guste o no, los medios de comunicación son una de las principales instituciones transmisoras de cultura, al lado de la familia y de los centros educativos. En algunos casos, parece que tengan más influencia que los padres y madres y que los maestros en la transmisión de lenguajes, símbolos y ritos y, por lo tanto, como elementos de transmisión de los valores y las costumbres.


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Esto, en la mayoría de casos, no es así, porqué los cimientos aportados por las familias y la escuela influyen de forma más determinante en los niños y jóvenes que no los medios.

Sin embargo, el estilo informal de transmisión cultural, basado en la imagen y el sonido para el entretenimiento y la información penetra con mayor facilidad en la mente de los niños, jóvenes y adultos (en forma de imitación) que la transmisión de aprendizaje formal de las madres y padres (el cómo comportarse) y que el aprendizaje de tipo técnico aportado por los profesores (conocimientos básicos y específicos).

En una sociedad líquida, inmediata, zapeante, parece que todo lo que no se pueda explicar en instantáneas de 20 segundos, se diluye automáticamente.

Ello no es siempre así. Pero los padres y maestros deberían utilizar más y mejor los medios como un recurso central para ejercer su función de transmisión cultural-educativa formal y técnica para litigar en igualdad de condiciones con la oferta de diversión y espectáculo de los medios. No se trata de obligar a elegir entre la educación como algo serio y aburrido y la diversión multimedia. Se trata de integrarse en la sociedad audiovisual.

Por otro lado, los responsables de los medios de comunicación y cada unos de los periodistas, presentadores y personajes de los mass-media por separado, deberían ser más conscientes de su (supuesto) rol educador, de su influencia en los valores y comportamientos de la audiencia. No vale decir, que la educación es cosa de las familias y las escuelas. La educación es cosa de todos y las cadenas audiovisuales públicas y privadas, por responsabilidad social corporativa y por ética, deberían actuar en consecuencia.

Finalmente, las madres y padres y los ciudadanos en general, deberíamos asumir mejor nuestros deberes como ciudadanos. Como progenitores, educando para el consumo de los medios de comunicación desde casa. Como audiencia, castigando las producciones deseducadoras y aculturadoras y como electores provocando que los medios públicos ejerzan un papel más digno e inviertan en contenidos educativos y, por qué no, divertidos y entretenidos.

Enric Renau
Editor





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