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¿Preparados para el fracaso?

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Miquel Bonet. Abogado, Consejero de Select y autor de ¡Búscate la vida!
Cuenta que una vez, un niño andaba perdido en el bosque, caminaba de un lado a otro sin saber donde ir, entonces se paró de golpe, vio el sol en lo alto y eso lo tranquilizó, se volvió y descubrió muchos árboles que había dejado atrás y que eran familiares y entonces, empezó a desandar, hasta llegar al camino de donde había venido.

Es normal que mucha gente ande desorientada en los tiempos que corren, porque a pesar de la incertidumbre del futuro, nos obstinamos en seguir caminando sin saber exactamente a donde vamos y nos perdemos, e incluso olvidamos porque llegamos a algún sitio. Todo esto está ocurriendo en la calle, en las empresas, en las familias e incluso en muchas comunidades y naciones, por ello, no debe extrañarnos que la misma sensación la tengan nuestros jóvenes.

Es casi natural que en plena adolescencia resulte difícil saber lo que se quiere, especialmente porque el propio entorno no tiene respuestas, pues vivimos subidos a una ola que nos va llevando hacia un modelo social condicionado por las prisas y la economía, en el fondo ningún consumible prevalece en el tiempo y esta fragilidad impide que uno se plantee realmente que quiere hacer con su vida.

Si esta sensación afecta a la gente adulta, no nos extrañemos que supere a los jóvenes, estamos en el siglo de la velocidad y si todo pasa rápido es muy difícil distinguir sus intereses personales, pero somos en parte responsables de su éxito vital, por ello creo muy necesario incorporar dentro de los tramos formativos a partir de secundaria, una evaluación competencial y personalizada, para que cada joven pueda descubrir lo antes posible por donde desarrollar su plan educativo, o al menos evitar caminos erróneos.

Es un recurso fácil, criminalizar el fracaso escolar, la ESO, el sistema o, incluso, a la administración o a los educadores, pero éste no es el problema. Me refería antes al "bosque” que es la vida, al "desandar” que es regresar al origen de las decisiones, y al regreso al "hogar” que es el principio donde todo debe empezar, desde allí la naturaleza convenientemente adiestrada hará el resto, la solución consiste simplemente en plantear de nuevo el problema.

Si la tecnología ha permitido una nueva forma de hacer las cosas y la educación virtual puede completar cualquier sistema formativo integral, ¿por qué no cambiar el aprendizaje? aunque salvando siempre las actitudes, o sea la motivación, el mimetismo, el esfuerzo, la corrección después del error, todo pero entendiéndolo desde cada individuo.

Mis humildes conocimientos están más arraigados a mis 45 años de trabajo en el mundo empresarial que en mi también larga experiencia como docente en habilidades tangenciales, pero puedo asegurar que en este momento nuestra sociedad nos empuja hacia el conocimiento útil, las empresas no quieren gente que sepa, sino que sea capaz de hacer cosas algún día y lo que es evidente es que normalmente hacemos bien, aquello que nos gusta, porque nos sentimos seguros, por ello propongo desarrollar las futuras competencias del joven desde el principio.

Me consta que algunas instituciones están incorporando en sus currículums formativos algunos temas complementarios relacionados con el futuro profesional y hacen muy bien, porque si somos capaces de descubrir quien no "puede” ser abogado porque no tiene sentido común, o quien no "debe” ser médico porque no sabe escuchar, o el que nunca "será” creativo porque es demasiado racional, entonces ahorraremos mucho dinero a las familias, también a la administración, y de paso, devolveremos mucha autoestima a los alumnos.

No estoy seguro que con todo eso eliminemos el fracaso escolar, pero estoy convencido de que tendremos más "trabajadores” felices.
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