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"Muchas veces el estrés laboral lo produce la mala organización, los malos hábitos desarrollados en la forma de abordar las tareas, los procedimientos irracionalmente costosos, en mayor medida que la tarea en sí que comporta la actividad laboral"
Entrevista
Cuando alguien tiene que trabajar a un ritmo muy rápido, o lo llaman a la vez por dos teléfonos y son dos llamadas importantes para él, decimos que esa persona tiene estrés. El estrés es un proceso natural de adaptación del individuo a las demandas de su medio. En cada situación nos encontramos con diferentes demandas (cumplir tareas, puntualidad, etc.) a las que hay que dar respuesta. El individuo responde a las exigencias de la situación activándose, con el fin de movilizar los recursos necesarios para atender dichas demandas. Cuando todavía no tiene suficientes recursos continúa activándose (aumenta la tasa cardiaca, la tasa respiratoria, la tensión muscular, aumenta la velocidad de procesamiento de información, etc.) para poder afrontar mejor dichas demandas. Con frecuencia, la reacción de estrés produce emocionalidad negativa, sobre todo ansiedad, que es una reacción de alerta, de activación, ante la posibilidad de obtener un resultado negativo.
En la vida cotidiana, todos los individuos tienen este tipo de reacciones con más o menos frecuencia. Ante las demandas de una situación se estimula el organismo y se inicia un proceso de activación, que permite que éste alcance su objetivo, volviendo a la "normalidad" cuando el estímulo ha cesado. Cuando se mantiene la presión, se entra en el estado de resistencia, y las personas empiezan a tener una sensación de disconfort (tensión muscular, palpitaciones, etc.) Si continuara todavía el estresor, se podría llegar al estado de agotamiento, y si se mantiene en el tiempo y no se recuperan los recursos gastados se podría producir posibles alteraciones funcionales y/u orgánicas, como son las llamadas "enfermedades de adaptación". Estos síntomas son percibidos como negativos por las personas y producen preocupación (ansiedad), lo que a su vez agrava los síntomas y así puede llegar a crearse un círculo vicioso.
Aunque el estrés es un proceso normal, puede llegar a producir consecuencias patológicas. Si las demandas son excesivas en relación a los recursos, se incrementa la intensidad de la respuesta (alta emocionalidad negativa, especialmente alta ansiedad). Si se mantiene demasiado tiempo una elevada respuesta a estresores, puede comenzar un proceso patológico con probabilidades de afectar al rendimiento, a la salud física y a la salud mental. Así, por ejemplo, una persona muy estresada puede llegar a ver muy disminuido su rendimiento porque está agotada, ha terminado con sus recursos biológicos, cognitivos y conductuales, pero intenta seguir activándose para generar más recursos. A la larga esta persona puede desarrollar problemas de salud como los llamados trastornos psicofisiológicos (desórdenes de tipo psicosomático); un trastorno de ansiedad (ataques de pánico, o crisis de ansiedad, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada, etc.); un trastorno del estado de ánimo (trastorno depresivo mayor, por ejemplo), o varios de estos desórdenes.
Los problemas de ansiedad y estrés antes de generar problemas de salud mental y salud física ocasionan molestias y pérdida de rendimiento. Basta con echar un vistazo a las encuestas sobre "estrés laboral”, por ejemplo. Según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el 27,6% de los trabajadores ocupados declara que percibe su trabajo como muy estresante "siempre” o "frecuentemente”. Además, un 5,3% de los trabajadores españoles padece una sintomatología compatible con un cuadro de estrés, con al menos tres o más problemas de entre los siguientes:
- alteraciones del sueño
- sensación permanente de cansancio
- cefalea (dolor de cabeza)
- falta de concentración
- falta de memoria
- irritabilidad
En España, en el último año, el 5,9% de los españoles mayores de 18 años presentaban una serie de síntomas que pueden ser diagnosticados como un trastorno de ansiedad (los trastornos mentales más frecuentes), aunque sólo ha pedido ayuda profesional un tercio de los mismos. La mayoría no sabe qué le pasa.
En el año 2002 se han consumido con receta médica oficial (lo que puede suponer sólo un 80% del consumo) más de 36 millones de envases de tranquilizantes. Este elevado consumo evidencia la magnitud del problema: según datos de la Encuesta Nacional de Salud, casi un 13% de españoles ha consumido tranquilizantes en las dos últimas semanas. Una buena parte de estas personas consume estas sustancias durante muchos años (a veces décadas), aunque es evidente que este tratamiento no es la solución a su problema.
Entre un 20 y un 25% de las personas que acuden a su médico del Centro de Atención Primaria están tomando ansiolíticos, o antidepresivos, o ambos tipos de fármacos.
Se considera a los docentes como el colectivo profesional con más estrés laboral, ¿Es eso cierto? ¿Qué otros colectivos están sometidos a una gran presión?
Los problemas de estrés laboral dependen de diferencias individuales, pero también encontramos grandes diferencias según el sector o profesión. Así, si miramos las profesiones más y menos estresantes, encontramos que en Educación no es el 27,6% antes mencionado (media de los trabajadores españoles afectados por estrés laboral), sino que es el 47,9% de los profesores los que están "siempre” o "frecuentemente” estresados; mientras que en el sector de Empleadas de Hogar sólo se alcanza el 11,2% en las mismas categorías.
Además del sector educativo, tradicionalmente se han encontrado altos niveles de estrés en la minería, el transporte, la banca, las profesiones sanitarias y la hostelería. Las profesiones o sectores profesionales más estresantes, según la misma encuesta del Ministerio de Trabajo son las siguientes:
¿Cuáles son los principales problemas de la enseñanza actual a los que se enfrenta de manera directa el docente? ¿De qué forma influyen en el desarrollo del estrés laboral? ¿Qué otras causas contribuyen a la formación del estrés laboral?
La profesión docente en nuestro país había gozado tradicionalmente de un excelente reconocimiento social y respeto. Los profesores, por lo general, habían sido un modelo social a seguir. La escuela era considerada una institución fundamental en la formación de los jóvenes. Las relaciones entre los profesores y los padres estaban marcadas por la cooperación y el respeto mutuo. El profesor tenía autoridad, respeto, o carisma dentro y fuera del aula.
Hoy en día, desgraciadamente, buena parte de todo esto se ha perdido. Muchos profesores tienen dificultades para controlar la conducta de algunos alumnos en su aula, o para conseguir dar su clase a los alumnos que quieren recibirla, y no tienen herramientas para hacerlo. E incluso encontramos que un buen número de profesores han sido amenazados, a veces agredidos, por alumnos, por padres o madres.
Todo esto influye negativamente en la formación de los jóvenes. No hay más que echar un vistazo a nuestras calles y plazas, o a las estadísticas, para ver como aumentan cada día los problemas de alcohol, tabaquismo, consumo de sustancias ilegales, como cocaína, derivados de cannabis, etc., en jóvenes, cada vez más jóvenes. O para ver mala educación con los mayores, suciedad, malos olores, ruidos que molestan a vecinos que descansan, etc.
Los jóvenes están socializándose hoy de una manera deficiente en muchas familias y son precisamente esas familias las que más problemas generan en la escuela y a los profesores.
En este escenario, muchos profesores, que lo son por vocación, están estresados, pues no pueden atender las demandas sociales (dar clase, enseñar, formar jóvenes, socializar, etc.) con las herramientas que les da la sociedad. Si un joven ha fracasado en sus estudios, no quiere estudiar, se aburre en clase, etc., pero aún no tiene dieciséis años, debe asistir a clase, se ve mejor a sí mismo frente a sus compañeros si desarrolla conductas disruptivas en el aula, etc., el profesor no tiene apenas herramientas, ni apoyo social, ni ayuda de la familia del joven, para controlar la clase y poder enseñar a quien quiera escucharle.
Además, un buen número de profesores se sienten quemados, con elevado cansancio emocional y físico, falta de realización personal en su trabajo, etc., lo que está generando un gran número de bajas laborales, jubilaciones anticipadas, etc.
Lógicamente existen otros factores que pueden generar estrés en los profesores. Por ejemplo hay factores propios de cualquier organización social. Tanto los centros privados como los públicos tienen una serie de normas que regulan su actividad. Estas normas pueden caer muchas veces en una serie de exigencias absurdas, contradicciones, etc., que hacen más difícil las obligaciones de cualquier trabajador que tenga que seguirlas.
Actualmente existe mucha información sobre el estrés laboral y la docencia, ¿considera que esta patología se ha agravado con los años?
El estrés laboral se ha venido incrementando en los últimos años en España si tenemos en cuenta los datos de las encuestas del Ministerio de Trabajo. Así por ejemplo, en los datos de de 1999 había un 61,8% de trabajadores que no presentaban ningún síntoma de estrés, mientras que en la de 2003 ese porcentaje se ha reducido al 57,1%.
Desde el punto de vista del trabajador, el empresario y el profesional de salud laboral, ¿qué acciones preventivas se pueden realizar para evitar que se produzca el estrés laboral en el sector educativo?
La ley de prevención de riesgos laborales exige que los empresarios inviertan en programas de prevención de riesgo para la salud de los trabajadores. La ley exige a las empresas con cierto tamaño tener servicios, programas y profesionales especializados en prevención.
Las acciones preventivas pueden ser de dos tipos: centradas en el individuo o centradas en la organización.
La intervención centrada en el individuo es la que se lleva a cabo con mayor frecuencia y consiste en entrenar a los sujetos para mejoren sus recursos y habilidades para controlar y manejar el estrés.
En cuanto a la intervención sobre el estrés laboral desde la perspectiva de la organización se pueden poner en marcha programas concretos de reducción del estrés en el trabajo, contando siempre con un buen técnico, así como con la colaboración de los propios trabajadores. En principio hace falta voluntad de todas las partes que componen la organización.
Muchas veces el estrés laboral lo produce la mala organización, los malos hábitos desarrollados en la forma de abordar las tareas, los procedimientos irracionalmente costosos, en mayor medida que la tarea en sí que comporta la actividad laboral. Por ejemplo, para la policía, con frecuencia resulta más estresante (produciendo un mayor grado de insatisfacción) la burocracia y la mala organización que su tarea en sí de detener delincuentes, a veces peligrosos.
La colaboración de los trabajadores es fundamental para denunciar los procedimientos estresantes que han de ser modificados, así como para proponer soluciones alternativas a los viejos hábitos.
En el caso del sector educativo, las acciones preventivas lógicamente sobrepasan el ámbito del centro de trabajo. Así, por ejemplo, un problema importante son las leyes que regulan la educación. Si en veinte años se cambia cuatro o cinco veces de ley, eso debe afectar en algo a la educación y a los educadores. Si además, está habiendo un cambio social que implica modificaciones profundas desde un modelo de profesor con mucho poder, a otro en el que carece de herramientas para controlar la conducta de los alumnos en el aula,… pues eso también debe afectar a los profesores. Y también habría que hacer algo.
¿Qué implicación deben tener los centros y las instituciones públicas en la prevención del estrés laboral de los docentes?
Los centros deben usar las herramientas de autogobierno que posean para poner en marcha una organización de su actividad que sea racional, armónica y orientada a sus objetivos. Las instituciones de orden superior, como el Ministerio de Educación, o el poder legislativo, o el gobierno, deben consensuar un modelo educativo que no cambie cada cuatro o cinco años, y deben ser conscientes del problema social en el que nos encontramos para tratar de atajarlo cuanto antes.
¿Considera que sería necesario que el profesorado recibiera una formación específica o preparación psicológica para hacer frente a la desmotivación del alumnado y a otras causas del estrés laboral?
Por supuesto. Es imprescindible para que puedan manejar mejor su estrés y para que puedan realizar mejor esa importante función social que desempeñan.
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