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Educación & Ergonomía

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David Soriano Marchena. Técnico en Prevención de Riesgos Laborales y licenciado en Psicopedagogía
Según el avance de Siniestralidad Laboral correspondiente al periodo comprendido entre Octubre 2005 - Septiembre 2006 (informe que elabora trimestralmente el INSHT) el 32,4% de los accidentes que se producen en los lugares de trabajo se deben a sobreesfuerzos muy por encima de cualquier otra tipología de accidentes (caídas y golpes contra objetos inmóviles 18,3%, choque o golpe contra objetos en movimiento 17,3%, contacto con agente material punzante, cortante o duro 13,5%) por lo que, tan sólo este dato justifica la existencia de la Ergonomía. No obstante, es la disciplina en materia de prevención menos valorada, tal vez porque no conlleve a evitar accidentes graves o mortales, aunque sea la que podría reducir los elevados índices de siniestralidad (y por qué no las elevadas pérdidas de las empresas que deben de pagar las bajas de sus empleados por movimientos incorrectos, por vicios posturales o por manipulación inadecuada de la carga).

Los últimos datos extraídos de los Boletines de Estadísticas Laborales y en la Estadística de Accidentes de Trabajo acumulada, indican que el porcentaje de accidentes debido a la tipología "sobreesfuerzos” sigue aumentando años tras años, a pesar de que la aplicación de la Ergonomía, aunque más lenta, sigue también aumentando en las empresas (quiero creer que por concienciación de los empresarios y no por la presión de la inspección de trabajo y el miedo a las sanciones económicas). Entonces... ¿por qué aumentan estos accidentes?

El verdadero ergónomo espera que los accidentes debido a "sobreesfuerzos” se reduzcan en la empresa en que trabaja, y el tiempo que se emplea en recoger datos y elaborar informes no sólo sirva para cubrir un requisito legal (que además protege a la empresa sobre posibles sanciones de la inspección). La reducción de accidentes y el aumento del rendimiento y la productividad (aumento de las ganancias) es la única bandera de lucha contra los que no quieren ni hablar de la Ergonomía, pero... y si esto no se produce o no es del todo visible.

A pesar de que la Ley 31/1995 (Ley de Prevención de Riesgos Laborales) y su posterior Normativa defiende que hay que evitar los riesgos, hay que informar y formar a los trabajadores, hay que adaptar el trabajo a la persona, etc, etc, etc. Se sigue sin bajar los índices de accidentes producidos por sobreesfuerzos. Pero... ¿por qué?

Se ha puesto de moda que con la contratación de, por ejemplo, un auxiliar administrativo, se le entregue una hoja con la información de los riesgos en su puesto de trabajo (obligación de la empresa a informar al trabajador sobre sus riesgos) con un contenido fundamentalmente ergonómico, al igual que realizar cursos de formación para trabajos con PVD (Pantallas de Visualización de Datos, ordenadores para los no iniciados en esto de la prevención) o cursos de manipulación manual de cargas a personal de mantenimiento, con temática básicamente ergonómica (obligación de la empresa a formar al trabajador), además de los avances ergonómicos en el diseño de algunas herramientas, maquinaria, mobiliario... que los técnicos recomendamos que compren las empresas. Sin embargo los índices siguen sin bajar... ¿por qué?

No es difícil responder a esta pregunta que de forma incesante surge una y otra vez. En realidad todos conocemos la respuesta.

Es cierto que se han producido mejoras con la introducción de los ergónomos en las empresas. Existen trabajos que han pasado de condiciones penosas a unas más que aceptables. Es cierto, existen muchos estudios que lo avalan, que trabajador a gusto, cómodo y contento en su trabajo, rinde más y mejor, con los beneficios que esto conlleva para las empresas.

Sin embargo, el problema radica muchos años antes de la incorporación al mundo laboral. En las guarderías, en los colegios, en los institutos... en esos sitios en los que nadie corregía la forma de sentarnos, en los que nadie nos explicó cómo debíamos estar delante del ordenador o, algo tan simple, como coger la goma que se nos cayó de la mesa al suelo (a qué distancia debía estar el teclado del borde de la mesa, distancia visual con respecto a la pantalla, ángulo visual entre la pantalla y los ojos del operador, tiempos de descanso, cuánto peso debíamos de soportar en nuestra espalda, cómo debíamos agacharnos para coger algo del suelo... aspectos que de alguna u otra forma se dan en cursos impartidos por ergónomos) .

No es difícil recordar cómo transportábamos (y todavía lo hacen algunos de nuestros hijos) los pesados libros al colegio. Algunos lo llevábamos en nuestras mochilas, sobre un hombro (algo muy típico en institutos) con lo perjudicial que es para nuestra columna vertebral el llevar peso de forma asimétrica. Asimismo, el peso que transportan algunos niños y niñas supera el 10% de su peso corporal, que es lo que recomiendan los expertos como carga máxima. Cómo muchos de los alumnos y alumnas de menor estatura, como yo lo era en el colegio, nos sentábamos como podíamos para realizar nuestros ejercicios en clase (adoptábamos posturas rotando la columna o inclinándola en exceso) porque el mobiliario escolar no era el adecuado. Tan sólo como muestra de lo que se nos ha quedado de nuestra infancia, baste con tirar un bolígrafo y cogerlo del suelo (muchos seguro no lo harán flexionando las rodillas con la espalda recta, como se recomienda en los cursos de formación en manipulación manual de cargas, tal vez haya otros que ni si quiera se levanten de la silla para cogerlo).

Pero no nos engañemos, la situación en las escuelas sigue prácticamente igual, aunque con la introducción de los orientadores (que sería la figura más parecida al técnico en prevención) se ha intentado mejorar algunas cosas. Se ha intentado adaptar el aula al alumno o alumna y no al revés (algo que recuerda mucho al cuarto de los principios de la acción preventiva, adaptar el trabajo a la persona), es cierto que en horario de tutorías hay profesores que imparten recomendaciones de tipo ergonómico (establecimiento de descansos cuando se estudia o cuando se trabaja con ordenador, instrucciones para la correcta colocación de la mesa de estudio del alumno en su casa, dejar cerca todo los útiles de trabajo de uso más habitual, recomendación del uso del atril...) o dentro de la transversalidad de la Educación para la Salud existe temática ergonómica.

Asimismo, existen esfuerzos por parte del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de introducir la prevención en las escuelas, muestra de ello se puede citar la multitud de actividades que aparecen en la web del INSHT o la Consejería de Educación con el Prevebus Joven que ha estado circulando por muchos centros educativos o la web Seguridad y Salud Laboral Docente. No obstante, queda mucho camino por recorrer todavía, porque son pocos los docentes que conocen estos recursos didácticos y son poco conscientes de lo importante de enseñar ergonomía preventiva a estas edades.

Cuando empiezo a leer el RD. 486/97 sobre lugares de trabajo, se me hace inevitable recordar la temperatura que hacía en mi aula, dado que me sentaba cerca de la pared, lejos de la calefacción (por suerte mi aula tenía calefacción), se me viene a la cabeza el frío que pasaba en Invierno y lo caluroso que era el Verano. La luz del aula es otro de los aspectos que recuerdo, una iluminación artificial inadecuada y una iluminación natural que provocaba reflejos a unos u otros de mis compañeros dependiendo de la hora del día en que los rayos del sol se colaban por la ventana.

Tras muchos años en el sistema educativo machacando nuestra columna vertebral o cogiendo innumerables vicios posturales, es normal que cuando nos incorporamos al mundo laboral, seamos carne de cañón para los problemas osteomusculares y para los accidentes debido por sobreesfuerzos. Sin embargo, lo que no es normal es que, cuando nos incorporamos al trabajo, sea el momento de corregir nuestros vicios posturales, nuestra forma de manipular las cargas de forma manual o, simplemente, el sentarse delante de la pantalla.

No quiero con esto decir que las condiciones del aula sean la causa del alto índice de fracaso escolar, sin embargo algo debe de influir. Como cité con anterioridad, estoy convencido de que un trabajador en unas condiciones óptimas rinde más y mejor. Un alumno o alumna no deja de ser más que eso, un pequeño trabajador, donde su puesto de trabajo es su mesa y sus libros, donde su lugar de trabajo es el aula, y donde su trabajo es aprender y desarrollarse como persona y ciudadano para algún día incorporarse al mercado laboral y, en definitiva, a la sociedad.


Dado que el tercer principio de la acción preventiva (Art. 15 de la LPRL) es combatir el riesgo en el origen, deberíamos empezar a tomar más en serio la introducción de la Ergonomía en las aulas de nuestro sistema educativo.
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