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¿De qué forma podemos contribuir, como educadores, padres, madres y consumidores, a fomentar el consumo responsable de juegos y juguetes?
Artículo de opinión
Por lo menos en nuestro entorno han quedado muy atrás aquellos días de cantar villancicos, visitar Belenes y celebrar la Nochebuena con una comida especial, después venían los Reyes Magos y traían juguetes a los niños.
Ahora en muchos hogares, se celebran dos días de juguetes, el día de Papa Noel el veinticuatro de Diciembre y el día de Reyes el seis de Enero; no se han sustituido fiestas, se han sumado. Además todo el mundo (padres, abuelos, tíos, empresas etc.) celebra las dos y la avalancha de juguetes y objetos, no sólo para los niños, nos inunda.
La cuestión es que se ha producido la unión entre los conceptos FIESTA y CONSUMO.
No se concibe la fiesta sino se hacen o reciben regalos, y no solamente uno sino muchos, y a ser posible, caros.
¿Los adultos tenemos en nuestra mano modificar esto?, efectivamente nuestro modelo de vida puede cambiar. ¿Cómo? Proponemos lo siguiente:
- Planificar las Navidades con actividades lúdicas y creativas en las que los padres y los hijos compartan el tiempo y el proyecto.
- Devolver al regalo el valor simbólico de tal, no por su valor económico o por la moda sino por la capacidad de ensoñación que el juguete produce en el que juega con él, que la felicidad consista en explorar y crear antes que en poseer.
- Reducir los momentos en que se hacen regalos y rescatar el valor de la sorpresa.
- Disminuir las cantidades de objetos y criticar la fuerza de la publicidad. Ponerse un presupuesto módico para ello y no pasarse de él.
- Para ello, los niños precisan de los modelos de los padres y de su compañía. Al niño hay que enseñarle y darle ejemplo de diversión sin consumir.
- Y por último, para que el regalo de Navidad tenga valor deberán también reducirse los regalos que se hacen a lo largo del año.
La propaganda nos inunda de mensajes que proponen la felicidad bajo la acción de poseer; los niños aprenden a desear que les compren cosas y según se va creciendo, se desean y adquieren más cosas, que llegan a hacerse imprescindibles sin serlo. El deseo por conseguirlo puede derivar en conflictos entre padres e hijos, que todos en alguna ocasión hemos vivido o hemos sido testigos.
Las posibilidades de consumo de un niño, como las del adulto, están limitadas y son sus padres los que compran y acceden a peticiones. Cuando aparecen los compañeros, algo es más o menos deseable y por tanto consumido, según el grupo. El temor a no ser aceptado por lo que uno es, puede reducirse, buscando una aceptación en función de los objetos que se tienen.
Educar para un consumo responsable es importante. Para ello, debemos:
- Dar ejemplo: enseñar hábitos de consumo, actuando como modelos, llevando a los niños a comprar con nosotros, Programar la compra, elegir y comparar, no improvisar o dejarse llevar por un producto que se nos presente de forma atractiva.
- Poner límites: Ayudarles a frenar el deseo, enseñando a los mayores, a distribuir su paga, y a los más pequeños, no accediendo a todo aquello que demandan. Debemos aprender, como educadores, a tolerar y manejar situaciones comprometidas que pueden reforzar el deseo y el consumo.
- Razonar y dialogar para que los niños compren bien, hacerles partícipes de las compras de casa y facilitarles una autonomía responsable.
Las ventajas de educar en consumo van más allá de los hábitos de compra, enseñamos al niño a tolerar frustraciones y controlar el impulso.
Educar en consumo, implica que como adultos, seamos consumidores críticos, racionales y responsables; ese es nuestro primer reto.
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