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¿Cómo se combinan la acción docente virtual y la presencial?

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Federico Borges Sáiz, Profesor de Inglés - Estudios de Lenguas y Culturas - Universitat Oberta de Catalunya
Como habrán comprobado los colegas de docencia presencial, no funciona saltar directamente del ámbito presencial a aprender y enseñar en un entorno virtual sin preparación, sin el conocimiento de las claves más importantes del nuevo medio, en suma, sin un "cambio de chip". Este cambio es bien sencillo y sin embargo muchas instituciones y muchos profesores lo obvian. Consiste en adoptar el rol adecuado a un entorno virtual, con las destrezas, competencias y acciones que eso lleva consigo.

¿En qué consiste este cambio de rol?
Por lo que respecta a los profesores, en primer lugar significa que la clave no está en hacernos más tecnólogos. La clave está en acompañar al estudiante, en alentar y facilitar su aprendizaje. Obviamente debemos saber cómo manejar la tecnología y debemos obtener el máximo partido de las herramientas y características del entorno virtual en el que desarrollemos nuestra acción docente, pero ése no es el objetivo. La tecnología sólo es un medio para conseguir que los estudiantes aprendan de forma eficiente y además que la experiencia que vivan la sientan positiva y satisfactoria.

En segundo lugar, el cometido central, desde el que parten el resto de acciones del profesor en un entorno virtual es éste: guiar al estudiante y ayudarlo en su aprendizaje. Tanto da si va a ver o no al mismo estudiante en una clase presencial al cabo de tres días. Ser profesor de un entorno virtual ya no comporta suministrar los contenidos o transmitir el saber, porque el estudiante los tiene a su disposición desde el primer día y él o ella es el responsable de estudiarlos a su propio ritmo, no al ritmo del profesor; ya no es marcar el ritmo diario de aprendizaje, al estudiante se le da unas pautas de temporalidad y de evaluación y él mismo se organiza con respecto a ellas; y ya no es ser el centro del aula sino una voz más, cualificada e importante, pero ya no la única voz.

En tercer lugar, el rol del profesor virtual conlleva "dinamizar" el aula virtual, es decir, contribuir a que exista una comunidad de estudiantes responsables de su aprendizaje, no un conjunto de individuos aislados. ¿Cómo se dinamiza? Sencillamente mostrándose accesible y dispuesto, contestando dudas y preguntas, favoreciendo la colaboración entre los estudiantes, fomentando la participación y la expresión de dudas, reflexiones, opiniones e ideas. Esto es así porque el conocimiento y el aprendizaje ya no se contemplan como la asimiliación individual de unos contenidos que parten del profesor, sino como la construcción en grupo, no sólo individual, del aprendizaje en relación con la propia experiencia anterior y con el saber, que no es exclusivo de nadie sino disponible para todos.

Pero incorporar o integrar la docencia virtual en un programa o un curso presencial no sólo es competencia del docente. En el siglo XXI el profesor no puede ser un llanero solitario ni arremeter contra los molinos. Compete a su institución la transición adecuada de la presencialidad a la virtualidad. No es suficiente confiar en que los estudiantes y los profesores sabrán adaptarse de manera intuitiva al aula virtual, a intervenir en ella y a aprender y enseñar en línea. Como mínimo una institución debe hacer lo siguiente para poner integrar o combinar con éxito la formación en línea con la formación presencial:

- Formar al profesorado en el rol del docente de entornos virtuales, de forma que sepa qué debe hacer, cómo y cuándo.
- Dar al profesorado la oportunidad de que pueda ser estudiante en alguna formación virtual, para experimentar "en carne propia" los avatares de estudiar en línea y además ver en acción a buenos docentes virtuales.
- Proporcionar apoyo pedagógico y metodológico al profesorado para desempeñarse adecuadamente.
- No pretender que se haga lo mismo en el aula virtual que lo que se hace en la presencial. Aquélla puede facilitar procesos y aprendizajes que en un aula presencial no se suelen dar, por ejemplo la colaboración, el debate extendido en el tiempo, la reflexión, la autonomía y la responsabilidad del estudiante.
- Otorgar a la formación virtual su importancia proporcional en el desarrollo del curso. Si no es así, los estudiantes, que no son tontos, no van a entrar en el juego: sin su participación la formación virtual sencillamente no existe.
- Favorecer o establecer redes de contacto entre los profesores, con el fin de que compartan sus experiencias, dificultades y soluciones.
- Formar a sus estudiantes en el rol del estudiante en línea. Es erróneo que los estudiantes se embarquen en aprender en un entorno virtual sin ser conscientes de lo que conlleva, de las habilidades y competencias necesarias, de las ventajas o dificultades inherentes, de lo que se espera del estudiante virtual.

Últimamente he pensado en lo que me dijo hace poco el Dr. Tony Bates, reputado especialista en la enseñanza y el aprendizaje en línea. Me comentó medio en broma que cada vez más profesores piensan "¿Qué demonios puedo hacer con mis estudiantes cuando estemos en el aula virtual?" y que buscan (y necesitan) la ayuda de los especialistas en aprendizaje en línea. "Ahora bien" añadió, "dentro de un tiempo es probable que muchos profesores se planteen lo siguiente: ¿Qué voy a hacer con mis estudiantes cuando tenga clase presencial?".



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