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La Declaración de Bolonia: un desafío para Europa

Artículo de opinión


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Carlo Gallucci, director ejecutivo de Programas Universitarios de ESADE
Para muchos la Declaración de Bolonia representa sólo un cambio de formato por medio del cual los europeos tratamos de emular el modelo universitario anglosajón basado en tres años de Carrera (Bachelor) y dos años de Master para jóvenes con poca o sin experiencia de trabajo. Para otros, Bolonia es mucho más que esto: la oportunidad de conseguir un sistema universitario europeo mejor y más competitivo, transformando y homogeneizando de forma significativa la oferta educativa del Viejo Continente para convertir el modelo universitario europeo en una alternativa atractiva para estudiantes que viven en otras partes del mundo. En definitiva, un modelo que nos permita competir con éxito con el modelo estadounidense que hoy en día es, sin dudas, el más demandado a escala global.

Para cumplir con los requerimientos de Bolonia, las universidades deberán cambiar (y mejorar) sus estrategias competitivas. De una cultura centrada en la oferta, deberán pasar a otra centrada en la demanda. Las universidades habrán de aprender a competir no sólo en sus mercados y competidores tradicionales, sino también en otros que no les son familiares, por el perfil de la demanda y de la competencia o por sus áreas geográficas de procedencia.

Las universidades deberán mejorar sustancialmente los servicios que acompañan y completan los programas, porque a la hora de escoger entre una oferta u otra, el estudiante los valorará tanto o más que los propios contenidos de los estudios que le interesan. Y una marca fuerte resultará vital en un mercado cada vez más maduro y globalizado.

No obstante, es posible que lo más difícil para algunas universidades sea adaptar a los nuevos requerimientos la forma de trabajar de los profesores. Esto se debe a que el sistema ECTS toma en cuenta no sólo las horas lectivas de una asignatura, sino también todas las actividades necesarias que los alumnos deben realizar, en el aula y fuera de ella, en grupos e individualmente, para alcanzar los objetivos de aprendizaje de una materia determinada.

Por lo tanto, ya no será suficiente la clase magistral de un profesor, el tomar apuntes y leer la bibliografía indicada, sino que las asignaturas deberán diseñarse en función de las competencias que deban alcanzar los alumnos, usando metodologías activas que permitan la contribución y la participación de los mismos estudiantes en el proceso de aprendizaje y estableciendo sistemas de evaluación que permitan comprobar si se alcanzan los objetivos pedagógicos. En definitiva, tendrán que adoptar el modelo que ya hace años han incorporado algunas universidades y escuelas de negocios de España. Para poderlo hacer, los profesores se verán obligados a cambiar de enfoque y de método, asumiendo lo que en el sector se conoce como pasar del Teaching al Learning.

En cuanto a los empleadores, ¿incorporarán a jóvenes que hayan cursado una carrera de tres años o preferirán a los que hayan obtenido una formación más avanzada a través de un master pre-experience? ¿Incorporarán a los jóvenes que hayan obtenido sólo el grado con el fin de completar su formación con estudios avanzados proporcionados por el mismo empleador y, por lo tanto, más adaptados a sus necesidades, o delegarán este nivel de formación a las universidades? ¿Serán suficientes los estudios de grado para acceder a todos los niveles de determinadas carreras profesionales o el nivel de los estudios realizados determinará de antemano hasta donde se puede llegar?

Evidentemente, es pronto para contestar preguntas como éstas y sólo el tiempo y la experiencia permitirán aclarar estos aspectos y, para ello, aún hacen falta unos años de rodaje del nuevo sistema. Lo que sí es de suponer es que, gracias a la declaración de Bolonia, para los empleadores será más fácil valorar los estudios realizados por los candidatos a entrar en sus organizaciones.
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