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Hace falta una hoja de ruta
Editorial
Sin una hoja de ruta entorno al despliegue de las TIC, los usuarios -centros, alumnos y alumnas, familias y docentes- están confusos y la industria editorial y multimedia no acaba de invertir e innovar seriamente en materiales didácticos y multimedia.
A mi entender, el problema es la falta de modelo de desarrollo, o, al menos, de su divulgación a la comunidad. A mí, por ejemplo, no me ha llegado ningún informe claro con un diagnóstico de la situación que señale los puntos débiles y los puntos fuertes del uso de las TIC en las aulas y del funcionamiento de los materiales didácticos tradicionales.
Leo noticias de informes del propio Ministerio de Educación y Ciencia que señalan, por ejemplo, que el alumnado que utiliza materiales clásicos, obtiene mejores notas que el que es más usuario de materiales TIC. Pero por otro lado, desde el CNICE se señala que las TIC comportan mayor motivación para el alumnado, generan mayor creatividad y facilitan la atención a la diversidad.
Si el diagnóstico de la situación no es claro y consensuado, parece natural el hecho de que no exista una hoja de ruta sólida y compartida por todos los agentes públicos y los profesionales del sector.
Si no hay hoja de ruta concreta, la industria del sector que puede ofrecer sus recursos tradicionales en nuevos formatos, ¿cómo va a invertir? Ahora unos gobiernos autonómicos apuestan por el software libre educativo como si los recursos y materiales educativos del futuro pudieran desarrollarse sólo del voluntarismo y el esfuerzo de los docentes. Otras administraciones prefieren estimular al sector editorial y multimedia para que inviertan en contenidos y servicios educativos a través de las TIC, pero tampoco concretan las líneas preferentes.
Por el lado de la demanda, es decir, de los usuarios -centros, docentes, alumnos y alumnas, familias- si no hay hoja de ruta y los mensajes son difusos lo que se provoca es despiste, confusión. Partimos de la bondad de las TIC, pero no sabemos ni desde qué edades, ni con qué materiales, ni con qué metodologías funcionan bien las cosas. ¿Qué ejemplos, qué buenas prácticas, podrían socializarse y extenderse por todas partes? ¿Qué tendríamos que hacer para mejorar en un centro educativo? ¿Cómo se puede trabajar para evitar la brecha digital?
Las respuestas existen, pero hay una mezcla de papanatismo y ruido de marketing político que confunde a la ciudadanía y, me atrevo a decir, al profesorado.
Enric Renau
editor
editor@educaweb.com
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