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Escuela y barrio. Barrio y escuela
Editorial
El hecho de que sea en los colegios e institutos donde se visualiza gráficamente la existencia de brotes de violencia o conflicto social demuestra que es en los centros docentes donde hay profesionales, preocupados por la juventud y la sociedad, que intentan resolverlos con sus medios y competencias.
Por otro lado, cada vez más voces manifiestan la necesidad de educación cívica en la sociedad, exigen pedagogía política o demandan urbanidad.
Las instituciones públicas responsables de las políticas educativas y de las políticas sociales se están dando cuenta de la importancia de implicar a la escuela en el barrio y de implicar a las familias en la escuela.
El compromiso de la escuela en el barrio, en las actividades ciudadanas y la comprensión de los problemas y las ilusiones de los vecinos -padres y madres, niños y niñas, adolescentes- permitiría que los centros educativos no se convirtieran en islas ajenas a su entorno. Con mayor flexibilidad y adaptación al medio social, con mayores recursos especializados y presupuesto específico, los institutos y escuelas podrían implicarse más en la lucha contra la drogadicción y el ocio violento. Podrían apoyar mejor la actividad de educación en el tiempo libre, la actividad deportiva y la participación cívica de los jóvenes y pequeños, por ejemplo, abriendo más flexiblemente, los equipamientos escolares para el barrio.
La implicación del barrio (familias) en la escuela pasaría por impulsar su participación a través de las asociaciones de madres y padres no sólo como representantes de los "usuarios” o "clientes” de los servicios educativos, sino también en el compromiso en los valores, actividades y proyectos del centro educativo. Las familias podrían coordinar y complementar mejor su función educativa con la del centro a través de unas Escuelas de Madres y Padres que funcionasen bien. El barrio haría bien en valorar más y mejor la inestimable tarea de prevención y moderación de las problemáticas sociales entre alumnos que, en muchas ocasiones, los profesores realizan. Chicos y chicas que, por decreto, asisten a clase, aunque poco o nada motivados, son estimulados por unos profesionales de la educación que tratan de evitar el fracaso escolar, aunque, en ocasiones, sin mucho éxito, luchando contra la dinámica de la desigualdad social.
Está claro que las medidas normativas, organizativas y formativas sobre lo que ya se denomina la Convivencia Escolar y que se proponen desde el MEC, las Comunidades Autónomas, los sindicatos y las asociaciones representativas son necesarias. En este boletín las destacamos.
Pero también leyendo sus propuestas de actuación se pone en evidencia que, de momento, sabemos poco sobre como resolver un fenómeno que, en ningún modo, es intrínseco de las aulas.
Al contrario, el hecho de que sea en los colegios e institutos donde se visualiza gráficamente la existencia de brotes de violencia o conflicto social demuestra que es en los centros docentes donde hay profesionales, preocupados por la juventud y la sociedad, que intentan resolverlos con sus medios y competencias.
Lo que es seguro es que la calle y los barrios serían mucho más complicados sin el papel de los colegios e institutos.
Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com
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