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Diseño y empresas, una actitud compartida

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Tomás Carrascal Gallardo, profesor de Khunsthal, Centro Autorizado de Artes plásticas y Diseño en Irun (Gipuzkoa)
Antes de entrar a reflexionar sobre la faceta en la carrera de un/a alumn@, futuro profesional en la disciplina del Diseño, de la fase de prácticas en empresas, creo conveniente analizar las particularidades del entorno académico y laboral de la disciplina que nos ocupa que como ya he comentado, es el Diseño y que sin duda, hace que se singularice la relación entre las empresas del sector, las generales y nuestr@s alumn@s.

El Diseño, en contra de lo que se pueda llegar a pensar, no es en sí mismo una disciplina, una materia autónoma con unas características que la hagan ser como tal, una profesión; el Diseño es una manera de trabajar, un proceso que se podría aplicar incluso a muchos entornos de trabajo aparentemente lejanos a lo que se puede entender mayoritariamente en la sociedad como Diseño. Lo que nosotros como enseñantes hacemos, es intentar que nuestros alumnos desarrollen ése proceso en los diferentes campos que se estudia, Gráfica Publicitaria, la Decoración, el Jardín... El Diseño vendría a ser la herramienta con la que mejor se proyecta el trabajo en nuestro terreno: diseñar es analizar, reflexionar sobre un encargo, sobre un problema a solucionar... es una fase de investigación, de generación de estímulos y conceptos. Después, en base a la información acumulada, se desarrolla una segunda fase de planteamiento, propuestas, en base generalmente a una labor de proyección visual de las mismas: dibujos, planos, maquetas... planteamientos gráficos, la concreción visual de las ideas, la materialización previa de las mismas. En última instancia, se procede a la ejecución real del proyecto, ya sea un interior decorado, la identidad de una empresa, un jardín privado... un objeto o una colección de moda para la primavera que viene. El Diseño debería formar parte del resultado creativo, como hilo conductor del gesto, las decisiones o las maneras del creativo. Y ésto es uno de los parámetros que, de alguna manera, debería de estar presente en la decisión de cualquier empresa que requiriese los servicios de un/a alumn@ entroncad@ con las especialidades (por supuesto, habría otras muchas) que en ésta introducción se han comentado.

¿Está el tejido empresarial, los diferentes sectores económicos y productivos concienciados de lo que realmente significa introducir el concepto de Diseño en sus estructuras? Como quien dice, en nuestro entorno más inmediato y en contraposición con lo que ocurre en algunos países de lo que llamamos "primer mundo", la importancia de nuestra disciplina ha empezado a considerarse en serio, hace relativamente poco tiempo. Hoy en día, con unas tecnologías aplicadas a la comunicación y la creatividad avanzadas y globales, con unos mercados de consumo muy abiertos y la cultura audiovisual más rotunda e impregnante que nunca, el Diseño no puede estar desplazado de ésta tesitura; la Empresa, en sentido mayestático, no puede mantenerse al margen de éstos flujos sociales, culturales, sería renunciar a la posibilidad de estar donde corresponde; no se trata de reivindicar al Diseño como parte integrada sólo en las empresas dedicadas al sector, eso es obvio, sino de reclamar el interés del resto.

Así pues, el primer punto que entiendo, idealizaría la relación entre un alumno de Diseño creativo y una determinada empresa, vendría dada por un conocimiento de las posibilidades reales de optimización de los intereses de ésta, que conlleva el apostar por integrar el Diseño en su infraestructura. Un panorama esperanzador en éste terreno, sin duda, ayudaría a mantener la ilusión del estudiante, futuro profesional.

La importancia de la realización de prácticas de nuestros alumnos, obviamente es crucial, porque de alguna manera, complementa el período académico con el contacto, más o menos verídico, de lo que podría ser, el posterior desarrollo de su campo laboral. Se entiende esa experiencia como fundamental. Una singularidad que sí creo importante tener en cuenta a la hora, sobre todo de estimar o valorar unas prácticas en empresas, es el hecho de lo difícilmente cuantificable que puede ser un trabajo en el que es tan importante la labor de conceptualización, de manejar, sopesar ideas y estímulos; el nuestro no es un trabajo mecánico, ni (muchas veces) de reacción calculada.

La valoración de l@s estudiantes de sus prácticas es complicado generalizarlas, porque dependerá fundamentalmente de las circunstancias de las mismas; lo que puede ser un denominador común en todas es el factor humano, el contacto con la persona, ya sea a través de la realización de proyectos concretos para instituciones o empresas (aquí, el hecho de trabajar con un cliente real y con un objetivo definido y ejecutado, adentra al alumn@ en el terreno de la concienciación personal como responsable tutorad@ de su trabajo), en estudios o gabinetes profesionales (se introduce en el engranaje empresarial, captando habilidades y actitudes del entorno) o en el sector de ventas en tiendas y espacios comerciales vinculados al Diseño (la multiplicidad de tomas de decisión es directamente proporcional al contacto con clientes de muy diverso perfil, potenciando una actitud inevitablemente versátil y ajustando respuestas a cada caso). La práctica en empresas, que podrían estar resumidas en los tres casos comentados, ofrecen un paisaje bastante amplio y que, de alguna manera, ocupan casi todas las posibilidades reales profesionales. El hecho de que después del período de prácticas, las empresas cuenten para el futuro con ese/a eventual colaborador/a, depende no tanto de lo satisfactorio de la relación, que casi siempre ocurre así, sino de las expectativas de las mismas: ampliación de personal, necesidades estructurales... no siendo lo habitual, aunque pocas veces ocasione desencanto en el/la alumn@; lo entienden como una parte más de su formación, como una "asignatura" que, de alguna manera, l@ posiciona ante sus capacidades y recursos, innatos y adquiridos. Ésta orientación sobre las posibilidades que ofrece el Diseño creativo, nos da pie a analizar la situación de la coordinación o tutoría de las prácticas, que como se puede entresacar, dada la diversificación de las mismas, tampoco es excesivamente lineal: la labor de un tutor, a diferencia de la del profesor académico, la entiendo como elemento auxiliar, que vendría marcada por una discreción y un "alejamiento positivo" (desarrollo de la responsabilidad laboral del alumn@ ), con intervenciones en la relación empresa-alumn@ si expresamente existiese un interés concreto por alguna de las partes y por algún motivo especial; es decir, la madurez en el proceso de aprendizaje o incluso personal de l@s alumn@s, conllevaría la capacidad de éstos de poder afrontar las situaciones concretas que pudieran surgir, siempre teniendo en cuenta, por parte de la empresa, que no está tratando con un profesional y en una relación laboral convencional (contratos, honorarios, capacidades...).

Las actitudes son muy importantes, de la empresa, del/a colaborad@r en prácticas... el tutor (coordinador, la escuela o universidad...), arbitraría un escenario óptimo, se erigiría comodín en caso necesario. Sí, la actitud es muy importante, sin duda, porque el Diseño es actitud; los profesionales, los estudiantes de Interiorismo, Gráfico, Jardín, Moda, Industrial, Arquitectura o de cualquier espacio creativo, pueden dar muchísimos perfiles, tantos como individuos, pero uno de los nexos de unión que puede aparecer entre ellos (junto con la inspiración trabajada, el reto de hacer que progrese nuestro entorno físico, entre otros) es el Diseño, esa forma de hacer las cosas que implica, como se ha intentado explicar en el texto, conciencia de lo que se hace.

Y que las empresas lo vean...
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