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En tránsito hacia Europa
Editorial
En el tránsito hacia Bolonia, administraciones y universidades deberían diseñar e implementar un Plan de Acción concreto a corto y medio plazo, con unos indicadores de diagnóstico a evaluar, unos estímulos para quien consiguiera cumplir los retos y una penalización para quien se duerma en los laureles o en la tumbona.
1. Quieren convertir el Viejo Continente en la Economía del Conocimiento más desarrollada del mundo.
2. Quieren favorecer la movilidad de los estudiantes y los trabajadores, como se ha conseguido con las mercancías y los capitales.
Para conseguirlo, los mismos actores que no han sabido presentar una Constitución Europea que estimule a los ciudadanos, proponen a la sociedad un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) más a la usanza del modelo anglosajón -y por lo tanto, norteamericano- que no del modelo francés o latino, si a éste último se le puede denominar modelo. Un modelo apoyado por la OCDE que, dicho sea de paso, me convence mucho más por su eficacia demostrada, por su mayor flexibilidad y porque elimina barreras burocrático-corporativas.
Sin embargo, el proceso de transición hacia lo que se ha denominado Bolonia, se está llevando a trancas y barrancas, sin una clara estimación de la implicación presupuestaria que conllevará, sin la participación de las comunidades autónomas y con un calendario a medias.
No me preocupan demasiado las lógicas reticencias corporativistas de profesores titulares, catedráticos, departamentos, universidades y colegios profesionales que ven amenazados sus privilegios ancestrales. Bienvenidos los cambios que remueven la institución secular universitaria.
Tampoco veo excesivo problema en las equivalencias en los créditos y en la terminología de los nuevos títulos de grado, postgrado y máster. Tampoco veo muchas amenazas para los centros privados que aporten másters propios de calidad y/o especializados para estudiantes con experiencia.
Considero oportuna la transformación más profesionalizante de la educación superior, con sus prácticas obligatorias y la realización necesaria de trabajos aplicados de investigación en el período lectivo.
Lo que más me inquieta es la falta de previsión de Gobierno central, Autonomías y Universidades en la planificación del tránsito hacia Bolonia que debería culminar en el 2010. No hay directrices claras.
Está bien que se estimule a los profesores y los departamentos a la adaptación a los créditos ECTS. Está bien que las Universidades se reúnan para explicar sus experiencias piloto.
Pero por delante de todo, administraciones y universidades deberían diseñar e implementar un Plan de Acción concreto a corto y medio plazo para conquistar Bolonia con éxito, con unos indicadores de diagnóstico a evaluar, unos estímulos a quien consiguiera cumplir los retos y una penalización a quien se duerma en los laureles o en la tumbona.
Enric Renau
editor
editor@educaweb.com
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