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En tránsito hacia Europa

Editorial

En el tránsito hacia Bolonia, administraciones y universidades deberían diseñar e implementar un Plan de Acción concreto a corto y medio plazo, con unos indicadores de diagnóstico a evaluar, unos estímulos para quien consiguiera cumplir los retos y una penalización para quien se duerma en los laureles o en la tumbona.


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Hay momentos en la vida en los que uno tiene que saber donde está. El sistema universitario español tiene que situarse en un entorno europeo en el que sus ¿líderes? políticos, animados por los altos funcionarios o "mandarines” han decidido, como mínimo, dos cosas:
1. Quieren convertir el Viejo Continente en la Economía del Conocimiento más desarrollada del mundo.
2. Quieren favorecer la movilidad de los estudiantes y los trabajadores, como se ha conseguido con las mercancías y los capitales.

Para conseguirlo, los mismos actores que no han sabido presentar una Constitución Europea que estimule a los ciudadanos, proponen a la sociedad un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) más a la usanza del modelo anglosajón -y por lo tanto, norteamericano- que no del modelo francés o latino, si a éste último se le puede denominar modelo. Un modelo apoyado por la OCDE que, dicho sea de paso, me convence mucho más por su eficacia demostrada, por su mayor flexibilidad y porque elimina barreras burocrático-corporativas.

Sin embargo, el proceso de transición hacia lo que se ha denominado Bolonia, se está llevando a trancas y barrancas, sin una clara estimación de la implicación presupuestaria que conllevará, sin la participación de las comunidades autónomas y con un calendario a medias.

No me preocupan demasiado las lógicas reticencias corporativistas de profesores titulares, catedráticos, departamentos, universidades y colegios profesionales que ven amenazados sus privilegios ancestrales. Bienvenidos los cambios que remueven la institución secular universitaria.

Tampoco veo excesivo problema en las equivalencias en los créditos y en la terminología de los nuevos títulos de grado, postgrado y máster. Tampoco veo muchas amenazas para los centros privados que aporten másters propios de calidad y/o especializados para estudiantes con experiencia.

Considero oportuna la transformación más profesionalizante de la educación superior, con sus prácticas obligatorias y la realización necesaria de trabajos aplicados de investigación en el período lectivo.

Lo que más me inquieta es la falta de previsión de Gobierno central, Autonomías y Universidades en la planificación del tránsito hacia Bolonia que debería culminar en el 2010. No hay directrices claras.

Está bien que se estimule a los profesores y los departamentos a la adaptación a los créditos ECTS. Está bien que las Universidades se reúnan para explicar sus experiencias piloto.

Pero por delante de todo, administraciones y universidades deberían diseñar e implementar un Plan de Acción concreto a corto y medio plazo para conquistar Bolonia con éxito, con unos indicadores de diagnóstico a evaluar, unos estímulos a quien consiguiera cumplir los retos y una penalización a quien se duerma en los laureles o en la tumbona.

Enric Renau
editor

editor@educaweb.com
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