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MBAs: de los rankings comerciales al rigor divulgativo y la orientación
Editorial
La importancia económica de los MBAs conlleva una competencia agresiva. Sin embargo, hay límites que no se deben sobrepasar. Los rankings deben ser rigurosos y transparentes, debe pactarse el consenso entre centros académicos con unos indicadores mínimos. Debería pactarse una deontología en la divulgación de las estadísticas e informes propios y se deberían diseñar e implementar seriamente unas políticas de información presencial y on-line.
Su importante demanda no es obstáculo para que los distintos centros que ofrecen este tipo de formación compitan entre sí. Al contrario, cada vez más, las instituciones docentes, en general, buscan estrategias para mejorar su notoriedad, posicionarse adecuadamente, diferenciarse y, finalmente, captar alumnos en un sector cada vez más saturado por lo que se refiere a la oferta. Saturado pero apetitoso: Nada menos que 423 millones de euros en España, según la consultora DBK.
Una de las fórmulas elegidas u obligadas por los centros para posicionarse en el mercado internacional de los MBA es la participación en los rankings que miden la calidad de la enseñanza, el éxito de sus alumnos en su inserción y su desarrollo en el mercado de trabajo de sus postgraduados.
Al menos eso es lo que teóricamente pretenden los rankings. Pero, para que ello fuera completamente cierto, debería existir un consenso en los resultados a partir de una metodología transparente y unos criterios de medida homologados por todos.
En realidad, actualmente los rankings son un potente argumento de venta para los centros ante sus alumnos y un dolor de cabeza para sus equipos directivos. Cada centro intenta su mejor posición y utiliza los resultados que más le convienen para posicionarse en el mercado y en los medios.
Lo que sucede es que la opacidad y la confusión siempre convienen a quienes no pueden competir con criterios de excelencia o eficacia. Este país tiene importantes centros de formación especializados en directivos, y particularmente, en los Master of Business Administration (MBA), lo que ha llevado a señalar a varios expertos en economía y marketing internacional que se ha convertido en uno de los clúster en los que España es competitiva en el ámbito mundial.
Para superar esta amenaza a la buena información, propongo varias alternativas: el consenso entre centros académicos de unos indicadores mínimos, la divulgación sólo de las estadísticas e informes propios si son rigurosos y diseñar e implementar seriamente unas políticas de información presencial y on-line.
Como es sabido -supongo- cualquier indicador es un constructo humano y, por lo tanto subjetivo. No obstante, una vez este instrumento se consensúa, pasa a ser aceptado por todas las partes. También son constructos el Índice de Precios al Consumo (IPC) o las audiencias televisivas, por ejemplo, y no se ponen en entredicho, normalmente. La participación de consultores externos independientes puede ayudar a encontrar el consenso y garantizar una metodología adecuada.
En relación con la divulgación de datos de los centros y de los rankings, debería pactarse una deontología a cumplir, en bien de los alumnos y, finalmente, de la calidad. El uso de los portales educativos como Educaweb.com puede facilitar su difusión internacional.
Finalmente, debería diferenciarse la información de la venta, la orientación académica, de las técnicas comerciales.
De todas maneras, soy de los que piensan que cada centro académico es libre de seguir la senda que crea que más le conviene. Como siempre las cosas se pondrán en su lugar con el tiempo. Además, sólo con marketing no se llega muy lejos, por muy sofisticada que sea la estrategia.
Una institución docente no debe ni puede obsesionarse con los rankings. Ni un creador de rankings que se precie puede obviar a un centro de calidad.
Enric Renau
Editor
editor@educaweb.com
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