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Las tareas escolares ayudan a desarrollar la autonomía de niños y niñas

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Además de servir de repaso de clase y de crear un hábito de estudio, las tareas escolares fomentan el desarrollo de la autonomía de niños y niñas. La familia debe dejarles andar solos, pero sin dejar de vigilarles.


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Diario Sur Digital
De ida, un bocadillo, un zumo o un batido son buenos compañeros de viaje de los libros en las mochilas de cualquier escolar. De vuelta, la cosa cambia. El aromático chorizo deja paso a problemas de matemáticas, redacciones de inglés o conjugaciones verbales que hay que aprenderse en apenas 24 horas. Como sus padres y madres, los pequeños también se llevan a casa el trabajo, o, mejor dicho, los deberes. Son las primeras preocupaciones, las primeras cargas de responsabilidad. Y es que, además de reforzar y repasar lo aprendido en clase, los especialistas consideran que las tareas escolares suponen una buena oportunidad para adquirir hábitos de trabajo, desarrollar su capacidad de organización y potenciar su autonomía.

«Un pequeño, pero constante trabajo diario, no sólo va a ayudar al niño a crearle un hábito de estudio, sino que se hará más responsable y se sentirá mas implicado en sus tareas. El trabajo diario es la base para que se convierta en un niño y un alumno responsable», aconsejan los psicólogos Sergio y Begoña García. A su juicio, desde pequeños hay que exigirles responsabilidades, como recoger sus juguetes o su ropa y, poco a poco, generalizarlo al ámbito escolar.

Como dice José Manuel Esteve, catedrático de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Málaga, «acostumbrarles al esfuerzo es bueno, porque cualquier cosa que merezca la pena requiere esfuerzo». Es más, Esteve considera que la exigencia es aún más necesaria hoy en día, «y en los colegios se han dado cuenta de ello».

La familia, un modelo
Aunque quienes más alerta deben estar son padres y madres, que, en realidad, son los que tienen la última palabra. Como advierte María Victoria Trianes, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Málaga, «para saber organizarse, el niño comienza a ser organizado por los padres».

Lo que ocurre es que, a menudo, los adultos se obsesionan demasiado y frenan con su excesiva presencia las posibilidades de sus hijos para empezar a andar solos. «El papel educativo del colegio es indiscutible, pero no suficiente. La ayuda de padres y madres irá siempre encaminada a favorecer la autonomía de los niños, ya que son altamente responsables del desarrollo adecuado de actitudes, valores y hábitos para alcanzar el éxito académico», asegura Begoña García.

Ni muy apegados ni muy distanciados. Esa es la consigna para los progenitores. En los primeros años escolares, los educadores proponen que padres y madres ayuden a sus hijos a planificar la tarea, a prever cómo hacerla y a valorarla. A medida que vayan creciendo, habrá que ir dejándolos solos, en su habitación, pero visitándolos mientras trabajan y comentando las dificultades o los logros. Se trata, por tanto, de ejercer un papel de control, y no de agobiarles.

Lo ideal es comenzar con los deberes una vez iniciada la escolarización. Eso sí, el nivel dependerá de la edad. En un principio, las tareas deberán consistir en una simple lectura que sirva de recordatorio de letras o números y, ya en los primeros cursos de Primaria, el trabajo ayudará a repasar lo visto en clase. Eso sí, sin sobrepasar la media hora diaria.

¿Cuánto tiempo?
En opinión del pedagogo José María Lahoz, en los últimos cursos de Primaria y primeros de Secundaria, puede aumentarse el tiempo hasta una hora e incluir algunas actividades de estudio. Ya en cursos avanzados de Secundaria podrán ser actividades que exijan más esfuerzo personal y relacionadas con el estudio, pudiéndose prolongar el tiempo hasta la hora y media o dos horas diarias como media. «Al final de la educación Secundaria bastará con asegurarse que cumple con el horario pactado y que usa el tiempo de estudio para tal finalidad», cree Lahoz.

Salta a la vista que una de las principales claves está en dosificar el volumen de trabajo. Los deberes son beneficiosos, en eso coinciden todos los especialistas, siempre y cuando sea «poca tarea y sin mucha dificultad, para que el niño pueda realizarla por sí mismo en casa», entiende María Victoria Trianes. Al fin y al cabo, se trata de niños, y deben tener tiempo para todo. De lo contrario, el trabajo, más que una ayuda, pueden convertirse en un enemigo. Por ello, los expertos también recomiendan huir de la rutina y los ejercicios repetitivos, ya que sólo contribuyen a desmotivar al estudiante.

«Una vez que el niño llega a casa, debe relajarse un rato mientras merienda, charlar con sus padres o ver un poco la televisión, pero una vez establecido previamente un horario de estudio, se debe cumplir con rigidez e iniciarlo en el momento estipulado», estiman los psicólogos Sergio y Begoña García.

¿El tiempo? Si el niño no tiene examen y aprovecha en clase, con un leve repaso será suficiente. En cambio, si los ejercicios se han acumulado y hay exámenes a la vista, el tiempo de dedicación deberá ser mucho mayor. En ese caso, los especialistas sugieren pequeños descansos de cinco a diez minutos cada hora para evitar la fatiga ocular y la desconcentración. Este rato se dedicará a relajarse, pero nunca a actividades que impliquen fijación visual, como jugar a la videoconsola o ponerse ante el televisor.

Otro factor importante es la organización del espacio en el que se harán los deberes. Es bueno reservar un lugar adecuado y cómodo para hacer los deberes en casa. Tener un rincón fijo de estudio facilita la concentración, ya que se asocia a esta actividad.

Resulta fundamental, así, acercarse a los hijos, conocerles muy bien y mantener un buen canal de comunicación con el colegio, como recomienda María Victoria Trianes. A su juicio, sólo así se podrá optimizar el rendimiento.

Adaptados a cada alumno
Y es que no todos los niños tienen la misma capacidad para el aprendizaje. «Habrá unos que necesiten media hora y otros, el doble. Depende de las aptitudes y características personales. No pasa nada porque un niño necesite un refuerzo mayor que otro o requiera un apoyo externo, lo que no se puede hacer es agobiarle con deberes, clases particulares y, además, actividades complementarias», aconseja José Manuel Esteve.

No se puede, por tanto, generalizar. Pero parece haber unanimidad sobre los beneficios educativos de los deberes fuera del horario lectivo. Atrás queda la polémica sobre la conveniencia o no de que los profesores manden trabajo para casa. El debate llevó incluso al Ministerio de Educación a recomendar su desaparición. Algunos expertos denunciaban el exceso de trabajo del alumnado y muchas familias se oponían a desempeñar labores propias de los docentes.

Todo es cuestión de delimitar funciones. «De lo que se trata es de que los deberes escolares sean una forma de adquirir hábitos de estudio, no una continuidad de la escuela. Si en clase no da tiempo a terminar los problemas de matemáticas quizá sea necesario prolongar el horario lectivo», sentencia Pilar Triguero, vocal en Andalucía de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos. «Lo que no puede ser es que los padres vuelvan a estudiar a la vez que sus hijos», añade.
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