Después del demoledor informe PISA, aparece esta semana la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) con su "Mirada a la Educación 2005" y vuelve a poner el dedo en la llaga: la inversión en educación crece a un ritmo inferior que la economía.Bien es cierto que no hay una correlación directa entre gasto educativo y calidad, pero el hecho de que el gasto en educación en España (5.914 dólares por alumno) en el 2002 sea del 4,9% y la media de la OCDE (7.343 dólares por alumno) se sitúe en el 6,1% es indicativo del mucho esfuerzo que queda por hacer.
El gasto educativo en España no sigue el ritmo de aumento de la riqueza, algo que significa que el tipo de crecimiento que tenemos nos acerca más al cemento que al conocimiento.
Por ejemplo, España se halla en la cola de porcentaje de graduados de ESO, es decir, de educación secundaria obligatoria (43%) y en el top del fracaso escolar en este nivel (67% superan la ESO), al lado de Eslovaquia, Turquía y México. Quizás por ese motivo, la pirámide educativa en el Estado español presenta una estética curiosa: alto porcentaje de universitarios y, a su vez, de chicos y chicas que sólo tienen estudios primarios o inferiores. Quizás por eso, los sueldos de una parte de los universitarios españoles es incluso inferior al de personas con estudios secundarios, especialmente de formación profesional, y la probabilidad de encontrar empleo, menor.
Otro ejemplo: el porcentaje de trabajadores de los países nórdicos o de Estados Unidos que están realizando formación continua vinculada al empleo es superior al 40%. En España, la cifra asciende al 10,2%, como indica el estudio "La demanda de formación continua en España" de DEP Consultoria Estrategica. Hablamos de formación ocupacional, de cursos y cursillos de especialización y de másters y postgrados, todos pensados para favorecer la incorporación de los jóvenes en el mercado laboral y para reciclar a los empleados en un mundo cambiante.
Mientras aquí nos dedicamos a hacer una ley cada legislatura (que nunca se llega a aplicar por el cambio de Gobierno), a discutir sobre la enseñanza religiosa y sobre el número de horas de lengua, historia o matemáticas y a no considerar complementarias la educación gestionada desde centros públicos y privados -concertados o no-, en otros estados como, por ejemplo, Corea, Japón, Noruega, Finlandia o Suecia, invierten como primera prioridad en educación, en TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y en investigación y desarrollo.
Creerse que la apuesta por la sociedad y la economía del conocimiento va en serio exige mucho más que bonitos discursos, compra de ordenadores y premios y subvenciones simbólicas a entidades emblemáticas.
Presupuestos, confianza en las instituciones educativas, limitar los privilegios corporativos, estímulo a los mejores, buena selección de los profesionales e implicación del sector privado en la educación son algunas de las recomendaciones que hace la OCDE.
Enric Renau
editor
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