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Transmisión de valores en la educación

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Rafael Yuste Moyano, Profesor de ética empresarial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de ETEA (Institución Universitaria de la Compañía de Jesús) (Córdoba)
El tema nos llega ya casi extenuado y manido. Educación en valores, crisis de valores, resultados de encuestas sobre valores en la juventud que jerarquizan sus valoraciones.

Claro que sí, que la educación transmite valores. El problema es cuáles y cómo. Lo más obvio es que transmitimos los valores que tenemos y que lo hacemos, no hablando de valores, sino delatando lo que valoramos: al hablar, al callar, al enseñar, en el cómo enseñamos, cómo evaluamos, etc. En cada momento o aspecto del proceso educativo se trasluce el ideal de persona, el modelo de excelencia, y el ideal de sociedad, el modelo de convivencia, que abrazamos.

La sociedad, aunque no exclusivamente a través de la educación, pero sí también a través de ella, tiene obligación de transmitir los valores que nos permiten realizarnos y convivir como personas. Si nos referimos, por ejemplo, el sistema moral, la educación ha de transmitir el conjunto de valores, normas e ideales, obligaciones y prohibiciones compartidas. De hecho lo transmitimos, desde el punto y hora en que a cada miembro de la sociedad lo consideramos moral o inmoral según que adapta o no su conducta a ese sistema de valores de la sociedad en la que vive. La sociedad tiende siempre a ser conservadora en sus valores. Por necesidad, por pura sobrevivencia. Y eso se reflejará en la educación. Como dice Fernando Savater, en su Filosofía de la educación, la educación es siempre conservadora. La enseñanza está obligada a transmitir el conjunto de contenidos culturales básicos socialmente aceptados.

Uno de los problemas que hoy enfrentamos para la educación en valores es que lo hacemos en una sociedad que es pluralista. Y el pluralismo, lo queramos o no, implica cierto relativismo. Ello exige mayor capacidad a los educadores. La enseñanza ha de ser pluralista porque lo es la misma sociedad. Los valores no son dogmas inamovibles o formas de ser eternas. El objetivo de una educación en valores, además de la transmisión de los mismos, ha de ser transmitir la capacidad de enfrentarse al pluralismo, al cambio, a la reinvención. No es fácil. Hay que ser para ello muy razonable. Es fácil desorientarse, desplomarse, culpabilizarse. Hay que saber discernir. Pero, de no ser porque ha habido "transgresores en conciencia” de lo establecido, todavía estaríamos hoy en la esclavitud, la pena de muerte, el servicio militar obligatorio, el machismo, la exclusión de las minorías, por no poner sino algunos ejemplos.

Seguramente, uno de los valores más necesarios y más productivos en una sociedad pluralista es el diálogo. Desgraciadamente no es un valor en alza. Si la educación consigue educar para el diálogo (lo que supone razonar, escuchar, ponerse en el lugar del otro, defender sin interés espurio la propia convicción, estar dispuesto a aceptar que el otro pueda convencerme e intentar, sin imposiciones, convencer al otro…) habremos puesto una muy importante base para la educación en valores.
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