A todos los que tenemos responsabilidades educativas (familias, docentes, resto de la comunidad educativa) nos toca recordar, en todo momento, la sociedad, profundamente libre, en la que afortunadamente vivimos.
Efectivamente, somos cada día más libres. Las democracias, aún con dificultades, ganan terreno. Lenta pero decididamente, los pueblos pueden decir, cada vez más, lo que piensan y desean. Pueden opinar, decidir, escoger.
Nuestro país es un claro ejemplo de ello. Aumentan, de forma imparable, las opciones de hacer cosas distintas, de ser de formas distintas, de pensar de maneras distintas.
Y la libertad política lleva aparejada la libertad moral. Pocas cosas son, hoy, buenas o malas en sí mismas; lo son, en todo caso, en función de la opinión de cada uno. Roles que, en otros momentos, había jugado la religión o el Estado, ahora no los juega nadie.
¿Cómo afecta esto a la educación? ¿Con qué nos estamos encontrando? Sobretodo, con dos cosas claras:
- Nuestros hijos e hijas ya no sólo se educan en casa y en la escuela. Hemos perdido el monopolio educativo, digámoslo así. También se educan, cada vez más, cuando están con los amigos, cuando ven la televisión, cuando se conectan a internet y en un sinfín de otras situaciones. La "educación” de una persona es, hoy, fruto de muchas más influencias, gran parte de las cuales son "no controladas”. Los padres y la escuela no somos, en muchas ocasiones, ni tan siquiera los que más fuerza tenemos
- Ha desaparecido el orden moral e ideológico. Socialmente, muchas más cosas son aceptadas. Excepto, quizás, unas pocas, el resto son todas discutibles.
Consecuencia de todo ello: familia y escuela influimos menos en la educación de los jóvenes y, además, no tenemos un modelo ético en el que basarnos.
¿Eso es bueno o es malo?
La libertad es, por definición buena. Pocos dirían lo contrario. Y educar en y para la libertad es algo fantástico.
Pero la libertad comporta riesgos: sobretodo, el riesgo de utilizarla mal. Porque un entorno de libertad quiere decir un entorno con muchas opciones, con muchas opiniones... algunas de las cuales pueden no ser positivas. Entender mal la libertad es, incluso, peor que no tenerla.
Por ello, en las sociedades libres, como la nuestra, la educación es, más que nunca, algo que hay que cuidar. Educar valores quiere decir, en este contexto, atender sobretodo a tres grandes retos:
La educación de los valores tiene, sobretodo, estos tres grandes objetivos.
Lo que nos parece claro es que familia y escuela deben incorporar estos objetivos como norte de su acción educativa. Por encima de todo, hay que enseñar a utilizar correctamente la libertad.
¿Cómo?
Como siempre que se trata de educar valores, hay cosas que no podemos olvidar:
Para ello no hacen falta medios excesivamente avanzados. Lo puede hacer la familia y lo puede hacer la escuela, aprovechando el día a día de la vida del joven.
Los y las jóvenes de hoy se mueven en un mundo de gran libertad. No paguemos un precio demasiado elevado por ello: enseñémosles a utilizarla.
Les estaremos transmitiendo, sin duda, un gran valor...