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"La educación es, en esencia, formación de la persona y ello incluye necesariamente la transmisión de valores éticos, estéticos y religiosos”"

Entrevista

Francesc Torralba Roselló, Doctor en Filosofía por la Universitat de Barcelona (1992) y Doctor en Teología por la Facultat de Teologia de Catalunya (1997). Es Profesor Titular de Filosofía de la Universitat Ramon Llull, miembro investigador del Institut Borja de Bioética, y Jefe Académico de la Cátedra Ramon Llull-Blanquerna. Es director del anuario Ars Brevis y miembro del Comité de Ética Asistencial del Hospital San Rafael de Barcelona.


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Francesc Torralba Roselló, Doctor en Filosofía y Teología, Profesor Titular de Filosofía de la Universitat Ramon Llull
Actualmente se habla mucho de la necesidad o la ausencia de los valores en distintos campos de la vida, pero especialmente en la educación. Sin embargo, ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos a los valores? ¿Qué son los valores?

El término valor es de carácter polisémico. A lo largo de la historia del pensamiento occidental moderno y contemporáneo ha sido definido de distintos modos y no siempre parejos. Se debe recordar que el primer filósofo que pone en circulación esta palabra y que se refiere a la transformación de todos los valores occidentales es Friederich Nietzsche en su obra la Genealogía de la moral. Después de él, Max Scheler construye su ética material de los valores y después de él autores como Dietrich von Hildebrand y otros. En sentido estricto se puede definir el valor como un horizonte de sentido, como algo que no se posee, pero que se aspira tener, como un ideal, como el centro de gravedad de la vida humana.

¿Qué se entiende por educación en valores?

El objetivo fundamental de la educación en valores consiste en transmitir horizontes de sentido, ideales que puedan ser apropiados por el educando. Los valores no se pueden transmitir por vía coercitiva, sino sólo por vía propositiva. Si la educación se limita a ser un acto de instrucción o de comunicación de conocimientos, deja de ser lo que genuinamente está llamada a ser y se convierte en una pura mecánica. La educación es, en esencia, formación de la persona y ello incluye necesariamente la transmisión de valores éticos, estéticos y religiosos.

¿Existen unos valores propios o a trabajar en cada etapa educativa?

Los valores son ideales que en cada momento histórico de la persona son vividos y percibidos según sus capacidades de comprensión intelectual. La educación en valores no tiene término final, porque los valores, en sí mismos, jamás son totalmente poseídos por el educando, sino que siempre pueden ser vividos y expresados con más intensidad. La asunción de la paciencia, de la solidaridad o de la compasión puede adquirir niveles de profundidad superior en función del grado de implicación de la persona en dicho proceso.

¿Qué agentes intervienen en la transmisión de estos valores a los jóvenes y qué peso tiene cada uno de ellos en la construcción de sus propios valores?

En el ámbito educativo se deben distinguir dos tipos de educadores: los formales y los informales. Con frecuencia, esos que denominamos informales tienen un influjo decisivo en las conciencias de nuestros jóvenes. En sentido estricto, los dos agentes fundamentales en la transmisión de valores son la institución familiar y la institución escolar, pero no creo que se les pueda imputar la misma responsabilidad. Desde mi punto de vista, el principal agente responsable en la transmisión de valores a las nuevas generaciones son los padres, puesto que son ellos quienes han decidido engendrar y situar a un ser humano frágil y vulnerable en el mundo. No se puede delegar, sin más, esta función a la escuela, sino que se debe compartir, aunque, en muchos contextos, el sistema de vida en el que estamos ubicados hace muy difícil llevar a cabo la responsabilidad educativa asociada a la maternidad y a la paternidad.

¿Qué valores deberían estar presentes en la educación formal?

No es fácil precisar qué constelación de valores deberían tener como horizonte las generaciones venideras. Por un lado, existen una serie de valores de la esfera humanista que si no se integran se pierde una riqueza extraordinaria. Me refiero a valores como la prudencia, la justicia, la templanza, la mansedumbre, la compasión, el perdón o la fraternidad, pero, por otro, lado también requieren de valores pragmáticos para poder asumir con seguridad los retos de las sociedades competitivas. Las nuevas generaciones deben apropiarse también de valores como la eficacia, la rentabilidad, la eficiencia, la competencia y la laboriosidad.

¿Cuáles son los valores de los jóvenes en la actualidad? ¿Existe una crisis de valores entre los jóvenes o simplemente sus valores son distintos a los de generaciones anteriores?

La juventud es un concepto abstracto. Resulta muy inadecuado responder a esta pregunta considerando que sólo hay una tipología de jóvenes. Fácilmente caemos en el tópico y reducimos el todo a la parte. Esto también ocurriría si nos preguntaran cuáles son los valores de los adultos o de los ancianos. Del mismo modo que hay una pluralidad constitutiva en nuestra sociedad, también la hay entre los jóvenes y resulta imposible responder a grandes trazos. No existe, en sentido estricto, una crisis de valores, sino una explosión de valores, una radical pluralidad de estilos de vida y de formas de comprender la felicidad. Las generaciones mayores sufren graves problemas para transmitir lo que ellas consideran valioso, pero, este problema de transmisión no se puede achacar, sin más, a los jóvenes, sino a las generaciones que nos han precedido en el tiempo.

Según el último estudio del Injuve sobre los jóvenes, se mantiene la tasa de escolarización obligatoria y baja la postobligatoria. ¿Se está perdiendo el valor de la educación entre los jóvenes? ¿Por qué?

El valor del esfuerzo está en descrédito y muchos jóvenes se ven obligados a padecer la escolarización hasta los 16 años, pero no sienten el menor deseo de estudiar, formarse y realizar una misión de orden intelectual en el mundo. Muchos aguantan, pero cuando el sistema ya no resulta obligatorio, desaparecen del escenario educativo. Deberíamos preguntarnos seriamente qué parte de responsabilidad tenemos los educadores en ello, puesto que esta apatía o desinterés puede ser causada por una falta de motivación por parte del educador o por una incapacidad de transmitir la cultura del esfuerzo.

¿Qué conclusiones se extraen en cuanto a los valores de los jóvenes si se observa como utilizan su tiempo libre? ¿Por qué es importante el uso del tiempo libre en la formación de valores entre los jóvenes?

Los valores se transmiten de un modo indirecto. Se necesitan pretextos para transmitir valores y el ocio es uno de esos ámbitos ideales para llevar a cabo la transmisión. Sería ideal aprovechar esta circunstancia para comunicarse con los jóvenes, comprender sus lenguajes y sus ideas de fondo.

¿Cómo se pueden diseñar los proyectos educativos para que los centros realicen su función "educativa” de formar a personas adultas, ciudadanos responsables conocedores de sus derechos y deberes?

Se deben buscar estrategias que sean, por un lado, asumibles desde el punto de vista de su viabilidad económica, pero, por otro lado, que sean atractivas para los educandos. No me parece nada correcto diluir la transmisión de los valores en ese terreno que no pertenece a nadie y que llamamos transversalidad, aunque, naturalmente, estoy completamente de acuerdo con la idea que todos los agentes educativos de una institución deben implicarse en la tarea de transmisión de valores.

Son diversas las propuestas de introducción de la educación en valores a través de distintas materias: Ética, Filosofía, Religión, Derechos Humanos ¿Cómo cree que se deben transmitir los valores: a través de una materia específica o de forma transversal en todas las materias?

Sin darme cuenta he respondido a esta cuestión en la pregunta anterior. Yo creo que las materias de ética, filosofía y religión son ámbitos de reflexión y análisis de los valores, pero no los únicos ámbitos de transmisión. A través de una actividad deportiva o musical se pueden transmitir valores muy nobles.

¿Están capacitados docentes y educadores para transmitir una educación en valores a su alumnado? ¿Cómo es posible para docentes y educadores transmitir valores sin imponer los suyos y no inculcar prejuicios?

Los valores se transmiten por ósmosis. La coherencia es, probablemente, lo más difícil de garantizar en el educador, pero es lo que realmente le confiere autoridad moral para transmitir valores. Los educadores podemos tener más o menos habilidad didáctica para transmitir valores, pero lo que realmente nos da autoridad es la experiencia vivida.

La educación en valores se debe realizar desde los centros educativos pero también desde la familia. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

El primer agente transmisor de valores debe ser la familia. Cuando existan tensiones axiológicas entre la escuela y la familia, se deben hallar lugares comunes y espacios de convergencia para pactar unos mínimos morales en la transmisión.

Algunas familias dicen sentirse confusas y desconcertadas ante el desafío que plantea la educación de sus hijos, lo que les lleva a ejercer esa responsabilidad con angustia o a delegarla en otros. ¿Qué les aconsejaría para que participen activamente en la educación y transmisión de valores de sus hijos?

En la educación de los hijos, todos sufrimos angustias y decepciones. La educación no es un proceso mecánico y menos aún un acto que tenga garantizado el éxito, sino una aventura, una labor larga e ingrata. No nacemos padres, sino que nos construimos como padres por relación con nuestros hijos. Nosotros aprendemos a educar en la arena, sin pautas previas. Es importante recordar, para calmar la angustia, que la educación depende también del educando y que, en algunas circunstancias, el educador ha actuado correctamente, pero la resistencia que plantea el educando supera todas sus posibilidades educativas.

¿Qué razones daría para concienciar a todos los agentes sociales de la importancia de educar en valores?

El futuro personal y colectivo depende de los valores. Para poder vivir lo que denominamos una vida lograda, tanto en el plano afectivo, como en el plano laboral y social, se requiere de valores. Los valores, pues, se deben transmitir, no por referencia al pasado, sino por referencia al futuro. La crisis y el malestar que viven las sociedades occidentales es más profunda de lo que aparentemente pudiere parecer y tiene que ver con una crisis de valores muy honda que todos los agentes debemos asumir.
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