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"Hay unos valores básicos que debieran atravesar todas las edades de la educación formal aunque adaptados a las capacidades de aprendizaje de cada momento"

Entrevista


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Javier Elzo, Catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto y Presidente del Forum Deusto
Actualmente se habla mucho de la necesidad o la ausencia de los valores en distintos campos de la vida, pero especialmente en la educación. Sin embargo, ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos a los valores? ¿Qué son los valores?

En la investigación sociológica distinguimos, como poco, los valores asociados a la ética, valores asociados a finalidades y valores asociados a comportamientos. Por valores asociados a la ética entendemos las definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo aceptable y de lo rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay que hacer y de lo que hay que evitar. Valores asociados a finalidades serian los objetivos a alcanzar en la vida, los aspectos que priorizamos en la vida, dimensiones por las que vale la pena luchar, esforzarse, arriesgarse etc. En fin valor también cabe entenderse como un criterio de comportamiento social al cual se adhiere de forma más emocional que meramente racional (lo que no quiere decir en absoluto que se trate de algo irracional), y que no se pone en duda a corto plazo. En este punto se intenta analizar los comportamientos en la realidad.

Es fundamental distinguir en el análisis científico de los valores la perspectiva en la que se sitúa el investigador (y el receptor). Nos referimos a las perspectivas descriptivas y propositivas. La primera se limita a describir, sin pretensiones axiológicas, cuales son los valores dominantes y su evolución en una sociedad determinada, en un momento concreto. La perspectiva propositiva pretende proponer cuales deben ser los valores a mantener o fomentar en una sociedad concreta. Esta perspectiva exige indicar desde donde se leen los valores y para qué modelo de sociedad.

¿Qué se entiende por educación en valores?

Entre otras funciones asignadas a la escuela suelo recordar estas tres: la transmisión de conocimientos de tal suerte que obtengamos alumnos lo más instruidos y cultos posibles, la formación necesaria para que obtengan las habilidades necesarias a fin de que puedan insertarse socialmente en un puesto de trabajo y, en tercer lugar, la educación con el objetivo de lograr alumnos que se conviertan en ciudadanos responsables. De las tres la tercera me parece la más urgente e importante hoy en día pero los que estamos en la docencia sabemos que no es esa, en absoluto, la primera de nuestras prioridades, en nuestra labor cotidiana, más allá de proclamaciones, idearios, objetivos programáticos, etc. Educar en valores pasa por concederla la primera importancia en la enseñanza, si pretendemos que se convierta en educación y en aprendizaje responsable y significativo para el estudiante. Cómo haya de hacerse es cuestión que compete a los pedagogos y ahí no entro.

¿Existen unos valores propios o a trabajar en cada etapa educativa? ¿Qué agentes intervienen en la transmisión de estos valores a los jóvenes y qué peso tiene cada uno de ellos en la construcción de sus propios valores?

Creo que hay unos valores básicos que debieran atravesar todas las edades de la educación formal aunque adaptados a las capacidades de aprendizaje de cada momento. Abajo indico cuales serían, a mi juicio los prioritarios.

Los agentes fundamentales en la transmisión de valores, al decir de los propios jóvenes son, por orden de importancia, la familia, los amigos, los medios de comunicación y la escuela. Los demás agentes (Iglesia, partidos políticos, Internet, etc.) vienen, a su juicio, muy atrás. Creo que hay que hacer algunas matizaciones importantes. La primera y clave es la distinción entre socialización fuerte (capacidad de establecer esquemas autónomos de valores) de la socialización débil (socialización por mera ósmosis, aunque al modo del "xirimiri” vasco, la lluvia que no moja pero cala). Es a esta segunda socialización a la que se refieren, sin saberlo, los jóvenes. De la primera, de la socialización fuerte diré que solamente cuatro de cada diez familias españolas lo pueden hacer. Algunas escuelas y maestros también (allí donde haya un proyecto educativo y un claustro de profesores estable, relativamente cohesionado y motivado). En fin, no hay que olvidar la capacidad de socialización que puede ser extrema (e inquietante en muchos casos) de colectivos normalmente reducidos con valores muy afirmados que, ellos, consideran fundamentales.

¿Qué valores deberían estar presentes en la educación formal?
En una conferencia que pronuncié en la Fundación Bofill hace un año ("L´educació del futur i els valors”. Debats d´Educació. Fundació Jaume Bofill, Barcelona 2005.) como valores esenciales a propugnar en nuestra sociedad, luego también en la escuela, señalé los siguientes (que aquí presento con alguna matización).

1. La racionalidad, como lo específico de la condición humana, superando el mero instinto y la moral libertaria.
2. La competencia personal más allá del voluntarismo y emotivismo desresponsabilizado.
3. La tolerancia activa, rechazando la tolerancia pasiva y propugnando la necesaria intolerancia en determinados supuestos.
4. La solidaridad, auténtica vara de medida de las personas y colectivos en nuestra sociedad.
5. La espiritualidad, tanto mas importante cuando, habiendo mostrado sus previsibles límites la secularización, corremos el riesgo de los fundamentalismos religiosos y del retorno del secularismo.
6. Trabajar por la utopía de una sociedad más fraterna.

¿Cuáles son los valores de los jóvenes en la actualidad? ¿Existe una crisis de valores entre los jóvenes o simplemente sus valores son distintos a los de generaciones anteriores?

Sostengo que los jóvenes no tienen necesariamente valores diferentes a los del conjunto social, (es falso hablar de la sociedad "y” los jóvenes como si los jóvenes no conformaran también la sociedad). Creo que hay acentos diferentes sobre un fondo común que atraviesa toda la sociedad. Estar juntos por la noche, entre amigos, libres, solos, consumiendo aparece, para una gran mayoría, como un objetivo máximo. Pero a poco que se rasque salen muchas mas cosas. Así acentuaría, como valores éticos la lealtad, la sinceridad, la búsqueda soterrada de fidelidad. Como valores finalistas, por encima de todo una buena familia (en el presente y en el futuro) y buenos amigos (no solamente compañeros). Llegados a cierta edad, una pareja estable. Como valores asociados a comportamientos, el individualismo (pero en un grupo), la libertad (pero agradecen orientaciones discretas), la pretensión de ser autónomos (pero reclaman, en silencioso grito, que les den referentes, dadores de sentido).

Obviamente los jóvenes de hoy propugnan (o acentúan) otros valores que los de generaciones diferentes. Aquí no hay que olvidar la vieja tesis de Mannheim cuando decía aquello de que solo compartir determinadas experiencias da lugar a caracterizaciones generacionales. Por ejemplo, hoy los jóvenes son pocos cuando el mercado del trabajo (en cantidad sobre todo) es bastante bueno a diferencia de lo que sucedía hace quince años cuando había muchos jóvenes y España triplicaba la media del paro juvenil europeo. Esto tiene su traslado en los valores.

En fin, no se diga nunca que los jóvenes no tienen valores. Esa afirmación siempre, sin excepciones, quiere decir que los jóvenes no tienen los valores del que hace tal afirmación. Además aun así se puede equivocar en más de un caso.

Según el último estudio del Injuve sobre los jóvenes, se mantiene la tasa de escolarización obligatoria y baja la postobligatoria. ¿Se está perdiendo el valor de la educación entre los jóvenes? ¿Por qué?

No he estudiado todavía a fondo el estudio "Juventud Española 2004” de Injuve, pero ese dato se corresponde con el que tenemos para el estudio Jóvenes españoles 2005 de la Fundación Santa María, que estará en librerías en marzo o abril de 2006. Mi primera interpretación, junto a otros muchos datos, es doble: muchos escolares quieren dejar pronto la enseñanza obligatoria para ganar rápidamente dinero y, en segundo lugar, (aquí estoy más dubitativo) hay padres de los actuales adolescentes que crecieron bajo la (falsa) idea de que la universidad es una fábrica de parados y que los títulos universitarios valen de poco.

¿Qué conclusiones se extraen en cuanto a los valores de los jóvenes si se observa como utilizan su tiempo libre? ¿Por qué es importante el uso del tiempo libre en la formación de valores entre los jóvenes?

La primera conclusión es la gran importancia que supone para ellos estar con los amigos como arriba he señalado. Además, en segundo lugar, señalan que de esa forma quieren romper con la rutina de la semana aunque pocos se dan cuenta, a tiempo, de que caen en otra rutina que puede ser a la par que integradora en la sociedad (¡ojo! con los adolescentes que empiezan a quedarse en casa y a tener casi exclusivamente relaciones virtuales), aún mas rutinaria y ritualista durante los fines de semana. Muchos viven para el fin de semana, puentes y acueductos. Las vacaciones al final serían como fines de semana prolongados. No hay que olvidar que ciertas partes de España, Catalunya en particular, se han convertido en el edén del alcoholismo juvenil europeo.

Son diversas las propuestas de introducción de la educación en valores a través de distintas materias: Ética, Filosofía, Religión, Derechos Humanos ¿Cómo cree que se deben transmitir los valores: a través de una materia específica o de forma transversal en todas las materias?

Sin haber pensado demasiado en esto, apuntaría que debe hacerse de las dos formas. La educación transversal se da, se quiera o no, se sea o no consciente. Obviamente si se es consciente (no digamos si militante del signo que sea), podrá pasar de ser socialización débil a socialización fuerte, aunque los resultados puedan no coincidir con los objetivos pretendidos.

Pero también creo que un aprendizaje específico sobre valores ciudadanos (por ejemplo) debiera hacerse en dos momentos de la enseñanza, más o menos a los 14-15 y a los 17-18, a través de una materia específica. Defiendo la asignatura de religión, particularmente en los centros públicos, de las diferentes confesiones religiosas existentes en España allá donde haya alumnos que lo requieran. (Léase a Regis Debray que se ha dado cuenta de su importancia para la laica Francia, o el modelo de la escuela pública de Quebec). Una asignatura que vaya más allá de la cultura religiosa pero sin convertirse en catequesis o adoctrinamiento religioso. Claro que con determinados condicionantes, digamos técnicos, muy claros, en los que aquí no puedo entrar.

¿Están capacitados docentes y educadores para transmitir una educación en valores a su alumnado? ¿Cómo es posible para docentes y educadores transmitir valores sin imponer los suyos y no inculcar prejuicios?

No tengo conocimientos suficientes para responder a esa cuestión. Sólo me viene a la memoria un trabajo de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), en el que colaboré, donde constatamos que un elevado porcentaje de profesores afirmaban que, mas allá de cuestiones técnicas- que también-, no se percibían capacitados en la labor de prevención del consumo de drogas y alcohol.

La educación en valores se debe realizar desde los centros educativos pero también desde la familia. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

Obviamente sí. Pero, como he señalado mas arriba, apenas ronda el 40% de familias españolas que están por la labor. Además la colaboración entre profesores y padres (mas bien madres de familia) no es tarea fácil, pues, pese a "trabajar” con los mismos, los adolescentes escolarizados, tienen funciones y objetivos distintos y las buenas exhortaciones sirven de muy poco. A veces me pregunto si aquellos profesores que son, al mismo tiempo, padres y madres de adolescentes no son un universo de estudio ideal para profundizar en esta compleja cuestión.

Algunas familias dicen sentirse confusas y desconcertadas ante el desafío que plantea la educación de sus hijos, lo que les lleva a ejercer esa responsabilidad con angustia o a delegarla en otros. ¿Qué les aconsejaría para que participen activamente en la educación y transmisión de valores de sus hijos?

Las preguntas previas que debemos formularnos los padres son dos. En primer lugar cuánto tiempo dedicamos a nuestros hijos y, conjuntamente, cual es la calidad de ese tiempo. Hay un indicador infalible y muy sencillo: si estamos relajados (o buscamos los mecanismos para estarlo) cuando estamos con los hijos o tensos. Me parece clave la sobremesa familiar (al menos un par de veces a la semana) o ver, comentando, el mismo programa de TV o DVD etc.).

A partir de ahí no olvidar que un padre (o una madre) no son un profesor (luego no tiene porque saber de todo), ni tampoco un compañero o amigo. Somos padres y los hijos nos quieren como padres, esto es, los padres somos quienes, en la gratuidad del cariño, (sí del cariño, que es lo que más buscan) les acompañamos en su crecimiento. Y el crecimiento no es solamente físico ni psíquico sino también ético.

Hace falta constancia y muchas veces aguante. Pero no hay que olvidar que somos los primeros y principales referentes durante mucho tiempo. Las encuestas son formales en este punto, hasta la saciedad.

¿Qué razones daría para concienciar a todos los agentes sociales de la importancia de educar en valores?

Vivimos una sociedad en evolución continua. Nunca el futuro de los adolescentes ha estado tan abierto como ahora. Nunca han tenido tantas cosas como ahora. Nunca su futuro ha dependido tanto de ellos mismos, y no de la familia, clase social, etnia etc., como ahora. Es su oportunidad y su riesgo. De ahí que, aun teniéndolo todo, viven en la incertidumbre de su vida adulta. Por eso, también, están -¿felizmente?- instalados en la adolescencia y no quieren dar el paso, no al mundo adulto, sino simplemente a la juventud, preludio de ese mundo adulto que quieren diferir lo más posible en sus vidas. Una educación en valores les dará lo que más anhelan: objetivos, referentes, guías, balizas de comportamientos que les haga autónomos y les proporcione, mediante el aprendizaje educativo, un sentido a sus vidas.
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