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La reorganización de las filologías
Artículo de opinión
En primer lugar, según la lista de las titulaciones de grado que propone la Subcomisión de Humanidades, las filologías se reordenarían en Filología Clásica, Lenguas y Literaturas Modernas, Lenguas y Literaturas Orientales y Lengua Española y sus Literaturas. ¿El motivo que justifica este cambio? Poder afrontar la convergencia con Europa. Un propósito tan loable llevaría a inferir que el primer paso para lograr la tan ansiada convergencia ha sido analizar qué titulaciones relacionadas con el aprendizaje/enseñanza de lenguas (materna o extranjeras) se imparten en las universidades europeas, para poder así competir con ellas en la oferta educativa.
Sin embargo sorprende que, por ejemplo en lo que respecta a la filología inglesa, no se haya tenido en cuenta que la oferta de titulaciones en los estados-miembros de la Unión Europea (Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia Holanda, Italia, Portugal y el Reino Unido) incluye un título específico en estudios ingleses o al menos los estudios ingleses se contemplan como un major (en el sistema anglosajón el término major se refiere al área de especialización con más peso dentro de una licenciatura, mientras que el minor sería el área de especialización secundaria).
Llegados a este punto uno se plantea que quizá la Subcomisión de Humanidades ha pensado en reorganizar las titulaciones filológicas para dotarlas de un enfoque más práctico de cara al mercado laboral, de manera que el aprendizaje de la lengua extranjera (major) esté aplicado a ciertas áreas de conocimiento como puedan ser el marketing, la empresa o el turismo (minor) por citar solo algunas.
Este tipo de licenciatura mixta, conocida como Lenguas Aplicadas, lleva años impartiéndose en las universidades de toda Europa y de hecho también figura en la mayoría de las listas de estudios de grado que proponen los países miembros. En España esta titulación solo parece impartirse en la universidad privada (y más concretamente en la Universidad Antonio de Nebrija) seguramente por las dificultades que puede plantear para la universidad pública el disponer de un plan de estudios que reúne asignaturas de dos áreas de conocimiento tan distintas como las lenguas extranjeras y la empresa o el turismo, es decir que aúna letras y ciencias sociales.
Al igual que con la titulación de grado en estudios ingleses, pensamos que con esta titulación estamos a la altura de la oferta académica de nuestros vecinos europeos, y que la convergencia es cuestión de retoques ‘secundarios' (ajuste de los planes de estudio al nuevo sistema de créditos, redefinición de la metodología docente, diseño de nuevos cursos y materiales etc). Pues una vez más nos equivocamos, al comprobar que la titulación en Lenguas Aplicadas también desaparece de la lista de titulaciones de grado propuesta por la Subcomisión de Humanidades. Ambas posibilidades (una titulación de grado en Estudios Ingleses y en Lenguas Aplicadas) desaparecen a favor de una titulación en Lenguas y Literaturas Modernas.
En esta propuesta, todas las lenguas extranjeras y autonómicas se incluyen bajo un mismo término ‘paraguas', quedando excluidas y con titulaciones independientes la Filología Clásica, la Lengua Española y sus Literaturas y las Lenguas y Literaturas Orientales (en el caso de las dos últimas debe ser que no se consideran lo suficientemente "modernas”).
A estas alturas uno comienza a escamarse; ¿cómo se justifica esta reorganización de las filologías? Si realmente el objetivo prioritario es la convergencia europea, ¿por qué no convergemos con nuestras titulaciones de grado en Estudios Ingleses y en Lenguas Aplicadas como hace el resto de los países miembros? Lo que parece evidente es que quienes han tomado las decisiones pertinentes no han consultado a los sectores implicados, ni han evaluado las repercusiones que tendrán sus decisiones en un futuro próximo. Estas decisiones, como hemos señalado anteriormente, no solo no tienen nada que ver con Europa sino que además perjudican seriamente a la sociedad española.
¿Cómo van nuestros estudiantes a competir en el mercado laboral con estudiantes europeos que aprenden lenguas extranjeras aplicadas a un área de conocimiento específico o con aquellos cuya especialización en lengua inglesa les sitúa en una posición claramente ventajosa con respecto al estudiante español? ¿Cómo vamos a potenciar la movilidad de estudiantes en ambas direcciones, es decir, de estudiantes que empiezan aquí sus estudios de grado y quieren terminar en otro país de la Unión Europea y viceversa, cuando la titulación que ofertamos no existe en el resto de estados-miembros y al revés?
Se supone que esta reordenación responde a una supuesta ‘racionalización', y sin embargo es evidente la irracionalidad de la misma y la falta de conexión entre esta propuesta y los objetivos lingüísticos de la propia Unión Europea. Así, en el Plan de Acción 2004-2006, la Unión Europea plantea como objetivo prioritario "promover el aprendizaje de idiomas y la diversidad lingüística” y para ello conseguir que todos los europeos puedan hablar dos lenguas además de su lengua materna "para obtener el máximo beneficio de la libre circulación en el mercado único, ser más competitivos en la economía del conocimiento, comprendernos mejor y prestarnos mutuamente más interés en una UE ampliada” (p.3).
Es difícil entender qué planteamiento ‘racional' subyace a la decisión tomada por la Subcomisión de Humanidades que, en vez de responder a este reto mediante una propuesta que dé una mayor prominencia precisamente a las titulaciones cuyo objetivo es facilitar y promover ese multilingüismo, decide sin embargo reducir su número.
Para acabar de rematar la faena, parece ignorarse el hecho de que España está a la cola de países europeos cuyos habitantes hablan inglés, por detrás incluso de Grecia y Portugal. También parece obviarse que el ciudadano medio español necesita bastante más horas de estudio para aprender la lengua inglesa de lo que pueden requerir los aprendientes de esta lengua en otros países (no entraré ahora a detallar todas las dificultades que para un hablante español supone el aprendizaje del inglés; sirva a modo de muestra la pronunciación y la entonación inglesa).
Esta falta de ‘visión global' parece ser la característica que acompaña a todo este proceso de reorganización de las filologías; como resultado tendremos que enfrentarnos a una situación, en un futuro no muy lejano, en la que los profesionales del resto de Europa, con una mejor preparación en lenguas extranjeras, serán los que ocupen muchos de los puestos de trabajo a los que no tendrán acceso los profesionales españoles. Claro, es que "Spain is different”.
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