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La humanidad del progreso
Artículo de opinión
Por estos motivos, sería deseable que se fomentase el cultivo de la Filosofía - y, en general, de las Humanidades - en los planes de estudio. No se concibe la disminución del horario lectivo dedicado a materias humanísticas, ni mucho menos su relegación. Sin embargo, el anteproyecto de ley de reforma educativa presentado por el actual Gobierno español parece apuntar en esa dirección. Se contempla en él - no sin ambigüedad de planteamiento - la desaparición de la Filosofía como materia común en el Bachillerato y la eliminación de una asignatura anual; de este modo, sólo tendrían acceso a esta disciplina los estudiantes matriculados en una modalidad del Bachillerato, y durante un único curso. En el anteproyecto se resta presencia, asimismo, a la asignatura de Ética.
Estas consideraciones nos permiten perfilar el marco en el que se comprende la actual polémica en torno a la posible reordenación de las titulaciones humanísticas. La competencia profesional y el buen hacer de los miembros de la subcomisión de Humanidades del Consejo de Coordinación Universitaria deben quedar fuera de duda; la permanencia de la titulación de Humanidades en el ámbito académico puede contar con argumentos razonables tanto a favor como en contra. En cambio, no resultan ya aceptables las continuas injerencias políticas en el ámbito educativo, impropias de un Gobierno que pretenda favorecer el progreso de su país; máxime cuando la convergencia con el Espacio Europeo de Educación Superior no tiene por qué alterar - y así lo ha subrayado el responsable de educación superior de la Comisión Europea, Peter van der Hijden - el catálogo de titulaciones.
El problema de fondo reside en la desatención al cultivo de la educación humanística. La reducción de la presencia de la Filosofía en el Bachillerato resulta suficientemente representativa de ese estado de cosas. No sólo constituye un paso más en la abominable inestabilidad de las leyes educativas españolas, sino que implica un serio retroceso respecto de los logros de aquellos que nos precedieron. El mercado laboral no tiene la última palabra sobre la educación; la tiene la búsqueda del crecimiento personal de los estudiantes y del auténtico progreso de la sociedad. Está en juego la educación de las jóvenes generaciones de ciudadanos; ellos podrían dirigirnos en el futuro, con toda justicia, un amargo reproche.
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