Encuentra tu curso ideal
9%
¿Qué quieres estudiar?

Errare humanum est

Artículo de opinión


  • Deja tu comentario
  • Valora


Gloria Munilla, Directora de programa de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya y miembro de la Comisión para la elaboración del Libro Blanco de Humanidades
Soslayando interesadas acusaciones de corporativismo, diversos colectivos de la universidad española han reaccionado unánimemente ante las propuestas de la subcomisión de Humanidades para reducir el número de titulaciones de grado en las llamadas carreras de letras de 26 a 10 en el catálogo de próxima publicación, llevándose por delante licenciaturas tan consolidadas como Humanidades e historia del Arte con argumentos absurdos y escasamente fundamentados. Las protestas han obligado a sucesivos desmentidos, puntualizaciones e incluso declaraciones a favor de las Humanidades por parte de los miembros del ejecutivo, pero no han logrado hasta ahora lo que parece más lógico: la retirada de la propuesta de la subcomisión y la apertura de un debate amplio entre el Ministerio, las CCAA con competencias en la materia y las Universidades para conciliar una aplicación lógica y no sesgada de las directrices de Bolonia, el Espacio Europeo de Educación Superior. Si tiene que existir un catálogo, debe ser consensuado entre todos y no ser el resultado de la opinión de los miembros de una comisión o subcomisión que, en muchos casos, no cuentan entre la oferta de sus respectivos centros con los grados que ahora no se proponen. Y cabe recordar que la existencia de un catálogo no obliga a su implantación por todas las universidades, sino que es responsabilidad de cada una de ellas decidir si la relación entre oferta y demanda en su área de influencia es suficiente como para implantar determinados títulos. La excelencia en la calidad educativa no se mide por el número de grados, sino por la calidad y coherencia de la docencia impartida.

Las informaciones recabadas con relación a la subcomisión de Humanidades evidencian que muy posiblemente la misma ha tomado sus decisiones de forma apresurada, sin disponer de todos los datos objetivos sobre los que reflexionar: ¿cómo si no puede interpretarse que la propuesta de exclusión de los títulos de grado de Humanidades e Historia del Arte se tomase antes de la entrega del libro blanco de ambas licenciaturas?. Un trabajo exhaustivo en ambos casos, fruto de intensas jornadas y elaboración de las comisiones creadas al efecto, que ha cumplido con los plazos previstos y de cuyo proceso de redacción habían sido informados algunos miembros de la subcomisión.

En el proceso de reducción del número de grados en el área de Ciencias Humanas no deberían primar consideraciones economicistas. Es evidente que una reducción de la oferta no propiciará la redistribución de los alumnos entre las nuevas titulaciones. Al contrario, en algunos casos se pierde la necesaria especialización en los conocimientos recibidos antes de completar el ciclo formativo, por lo que cabe replantearse si será válida la adecuación entre contenidos, demanda y aplicación laboral. La idea del regreso cíclico a las aulas para actualizar conocimientos es en sí loable - y absolutamente necesaria - pero, seamos realistas también, realizable tan sólo por un número reducido de los egresados en función de dos premisas, la disponibilidad económica y temporal. Por ello, en los grados debe primar la inclusión de contenidos amplios que sirvan a un tiempo como base teórica y como un primer nivel de especialización dentro de un mismo recorrido temático. Sin olvidar, además, que el modelo europeo se fija en la pauta 3 + 2, es decir 180 créditos para el grado y 120 en el postgrado y que el sistema de créditos ECTS puede reducir sensiblemente el número de horas lectivas de cada asignatura. ¿Convergerá realmente España con Europa o consigo misma? ¿Con un modelo que potencie el acceso al nivel de educación superior o con un modelo a la baja?.

Las razones aducidas por la subcomisión para la propuesta de supresión del título de Humanidades no resisten un análisis lógico. La demanda de plazas es superior a la de otros grados aprobados; se trata de títulos consolidados con un alto índice de éxito y realización posterior de trabajos de investigación y tesis doctorales; los postgrados y másters ofrecidos por diversas universidades como continuación de los estudios de Humanidades superan en demanda a la oferta de plazas; y el número de egresados que consiguen integrarse en el mercado laboral poco después de finalizar la carrera es muy elevado, ayudando a ello la versatilidad y polivalencia de las materias estudiadas. ¿Qué fin tiene entonces suprimir lo que funciona? Esperemos que no sea la idea peregrina de reducir la aportación económica de las administraciones públicas al sufragio de las matrículas y la dotación subsiguiente a las universidades. Es evidente que cuanto menor sea el tiempo que el alumno permanezca en las aulas menor será la inversión que el estado realice. Si eso es así, este país parece haber olvidado el viejo aforismo que reclamaba el mayor esfuerzo posible en sanidad y educación como base de la competitividad y el desarrollo en I + D + i, y que el carácter público y de calidad de ambas es no sólo necesario sino irrenunciable. Cualquier modelo que no se fundamente en ello deriva hacia conceptos de diferenciación en el derecho a la educación que parecían superados.
Deja tu comentario