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Es la hora de racionalizar, estabilizar y adecuar el acceso a la Universidad al Espacio Europeo de Educación Superior
Artículo de opinión
Por lo que conocemos de este anteproyecto, la futura nueva Ley de Educación (LOE), en lo referente al acceso a la Universidad, mantiene la necesidad de la superación de una Prueba de Acceso a la Universidad (PAU o Selectividad) de características similares, aunque con algún rasgo diferencial, a la que conocemos hoy:
· una única prueba, frente a las posibles dos de la anterior ley -reválida, por una parte, y, por otra, prueba de acceso específica por parte de cada Escuela o Facultad universitaria-,
· homologada y con validez para todos los centros del Estado (frente a la variabilidad de las diferentes pruebas de acceso planificadas por cada centro, como autorizaba la anterior ley),
· que promedie con el expediente académico del alumno en Bachillerato, quizá, como se ha sugerido, en una proporción del 60% (frente al 40% actual),
· innecesaria de cara a acceder a la Universidad española para los alumnos procedentes de sistemas educativos de Estados miembros de la Unión Europea que cumplan con los requisitos de acceso en sus respectivos países.
Garantizada, pues, por esta prueba única y externa a la Secundaria, la homologación del nivel académico de los alumnos y su ordenación por méritos para el acceso a estudios universitarios con más oferta que demanda, ¿cuáles son los principales retos que puede plantearse esta nueva regulación del acceso a la Universidad?:
· Aumentar el grado de coordinación entre el mundo universitario y el de Secundaria (especialmente en el Bachillerato) a la hora de planificar el acceso a la Universidad, evitando que sea fuente de conflicto. Esto supone lograr un difícil equilibrio entre el grado de madurez académica requerido por una Universidad que no puede ceder en su exigencia y la trayectoria pedagógica de los centros de Educación Secundaria y los problemas que afrontan. En este sentido, parece adecuado que la nueva regulación de estas pruebas de acceso fomente las comisiones mixtas entre el mundo universitario y el de la Secundaria y el Bachillerato. Esto permitiría trabajar de una forma más decidida para salvar el, a veces, abismo que en la práctica existe entre lo que se trabaja en las aulas de Secundaria y lo que la Universidad exige en las PAU. Algo que, en teoría, no debe ocurrir, pero que los que nos dedicamos profesionalmente a la preparación de las PAU observamos con cierta preocupación. Cabe, por otra parte, recordar que el acceso a la Universidad no es el único objetivo del actual Bachillerato (a diferencia del anterior COU). El Bachillerato, como tal, puede formar alumnos, además de para la Universidad, para la Formación Profesional de Grado Superior o directamente para el mundo laboral. De ahí la importancia de coordinar las exigencias universitarias y las posibilidades reales de la Secundaria al regular las PAU.
· Estabilizar, en la medida de lo posible, el sistema de acceso a la Universidad. Aunque es cierto que la acción política depende y debe depender de objetivos ideológicos de los diferentes gobiernos, también parece evidente que el nuevo sistema de regulación de las PAU tendría que hacer un esfuerzo especial por estabilizar este sistema de acceso. La reciente historia de las PAU nos habla de que en los últimos diez años hemos asistido a un cambio constante de modelo de acceso a la Universidad, que, en gran medida, ha generado una cierta desorientación en el cuerpo de profesorado de Secundaria postobligatoria, y en el propio alumnado de rebote, con sus consiguientes efectos negativos. Hemos conocido, en este breve espacio de tiempo, la Selectividad del COU; en algunos centros, la del Bachillerato experimental; posteriormente, la del Bachillerato LOGSE en su plan antiguo; tan sólo hace un año, la del plan nuevo; se nos hablaba de una reválida o Prueba General del Bachillerato y de diversas pruebas de acceso dependientes de cada centro universitario; ahora se nos plantea un modelo nuevo. En este sentido, uno de los objetivos que debería marcarse la LOE, en su nueva regulación del acceso a la Universidad, sería el de estabilizar en la medida de lo posible este procedimiento, buscando un consenso entre las distintas fuerzas políticas más allá del partidismo, entre las diversas comunidades autónomas y entre los diversos sectores de la comunidad educativa, que es la que padece, en última instancia, este cambio continuo.
· Contribuir a aumentar la convergencia de los diferentes sistemas de acceso a la Universidad de los miembros de la Unión Europea, de cara al inminente Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Este Espacio Europeo de Educación Superior, surgido de la Declaración de Bolonia de 1999 (y del cual la comunidad educativa tiene, en general, poca información), que puede afectar a más de una treintena de países y ha de facilitar la movilidad tanto de estudiantes universitarios como de profesionales titulados, requiere un esfuerzo homogeneizador de los diferentes sistemas de acceso a la Universidad. El anteproyecto de la LOE ya recoge la posibilidad de acceder a la Universidad española por parte de los estudiantes europeos que en sus respectivos países cumplan los requisitos de acceso. Es éste, por lo tanto, un momento adecuado para reflexionar y tomar medidas para dirigirse a medio plazo a un sistema de acceso a la Universidad con unos requisitos comunes a todos los Estados firmantes de este Espacio Europeo de Educación Superior. Si cualquier estudiante podrá elegir el centro universitario donde estudiar en toda Europa, parece lógico trabajar para que no se produzcan desviaciones sobre los niveles exigibles.
Así, pues, aumentar la coordinación entre Universidad y Educación Secundaria, estabilizar el sistema de acceso y converger con Europa en este sentido, nos parecen los principales retos de la LOE en este ámbito.
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