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Estudiar en el extranjero: una aventura necesaria

Artículo de opinión


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Miguel Morán, Decano Internacional de EAE, Escuela de Administración de Empresas
El número de estudiantes universitarios españoles que deciden iniciar o proseguir sus estudios en una Universidad o Escuela de Negocios extranjera es cada vez mayor, aunque la movilidad estudiantil con otros países de los estudiantes españoles sigue siendo la más baja de todo nuestro entorno geográfico y económico.

¿Hasta qué punto se hace necesaria en la carrera de un estudiante la experiencia de cursar parte de sus estudios en otro país? Podríamos concluir que es muy necesaria, pero lo mejor es abordar esta cuestión desde otro punto de vista: el de las empresas y el de los profesionales que éstas requieren.

Para todo el mundo es obvio, puesto que el término ha sido pronunciado, escuchado y publicado hasta la saciedad, que vivimos en la Era de la Globalización, de la supresión de fronteras, de los grandes flujos migratorios, de los procesos de convergencia económica y geopolítica a nivel supranacional, en la Era de la Multiculturalidad.

Pues bien, las empresas, primeros actores desde el final de los años 70 dando sus primeros pasos hacia eso que hoy conocemos como globalización, trabajan el mercado desde una óptica universal, planetaria, teniendo en cuenta, por supuesto, algunas especificidades culturales y sociales, cada vez más difusas entre los diferentes países.

Es esta misma visión global la que necesitan entre sus trabajadores, directivos, colaboradores y demás personas implicadas en el buen funcionamiento de las organizaciones y empresas.

Las empresas buscan perfiles profesionales internacionales, y esto no quiere decir gente con una capacidad idiomática extraordinaria, capaz de expresarse en diversas lenguas extranjeras. No, esto, al menos en lo que al inglés se refiere, al estudiante universitario, del mismo modo que el valor al soldado, se le supone.

Lo que se demanda en un auténtico perfil internacional de éxito es una mentalidad abierta, capaz de integrar equipos formados por personas de diversas culturas, una capacidad de asunción de riesgos, en cierto sentido, ser un "aventurero”, una motivación por el desarrollo de nuevas inquietudes, una persona que demuestra su autoconfianza y su capacidad de adaptación a diferentes situaciones, entornos y personas. Esta es la parte más importante y valorada hoy por el mercado de trabajo.

Y a todo esto contribuye en una medida importante el hecho de haber vivido la experiencia de haber desarrollado una parte o la totalidad de los estudios universitarios en otro país, en un idioma distinto del materno, en una cultura y un sistema, educativo, laboral y social diferente.

Y quizá hasta aquí he expuesto los beneficios más prácticos de vivir esta experiencia, aquellos que obsesionan siempre a nuestros jóvenes estudiantes , siempre a la búsqueda de los mejores recursos para afrontar con ventajas otra difícil aventura: la de situarse ene. Mercado laboral y desarrollar una carrera profesional de éxito en las mejores condiciones.

Pero hay otro tipo de beneficios que, en mi modesta opinión, son mucho más importantes: los beneficios personales. Estudiar en el extranjero es una vía de alta velocidad para ensanchar nuestras miras, siempre que se haga desde la verdadera inmersión e integración en el nuevo entorno para abrir nuestra mente, para comprender la importancia de los acercamientos culturales basados en el respeto y en la voluntad de conocer, para aumentar de manera muy cualitativa nuestro desarrollo personal, en definitiva, para ser la mejor posibilidad de nosotros mismos.
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