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Las otras lenguas
Editorial
Por mucho que se consoliden unas lenguas internacionales de comunicación, el aprendizaje de otros idiomas siempre será un valor añadido en el plano profesional y un goce en el plano personal.
"Los europeos y las lenguas” del Eurobarómetro de la Comisión Europea, un 71% de los europeos y un 72% de los españoles consideraban que era necesario ser capaz de hablar otro idioma además de la lengua materna. Esta cifra aumentaba al 93% entre los padres con hijos menores de 10 años.
Entre todos, hemos conseguido generar una predisposición favorable al aprendizaje de las lenguas extranjeras. Otra cosa son los resultados. Mi sensación es que, en competencias lingüísticas no hemos avanzado tanto, aunque no tengo datos suficientes a mano.
De todos modos, en este monográfico, hemos querido poner de relieve que, cada vez más, conocer "las otras lenguas” será más necesario, para todo aquel que quiera ejercer una profesión con una componente internacional.
La globalización conlleva la consolidación de algunas "lenguas francas” tradicionales como el inglés o el español. Estos idiomas facilitan la comunicación básica entre personas en el ámbito turístico, comercial o técnico.
Pero más allá de está función generalista, la realidad sociolingüística de cada país es algo que no sólo no se puede demostrar, sino que además, actúa como filtro selectivo y es, además, una excelente oportunidad de diferenciación profesional.
Me explicaré con dos ejemplos. La China e Italia.
China es el primer país del mundo en demografía, potencia económica en crecimiento, centro productivo mundial y realidad multilingüe. Todo empresario que quiera importar o exportar productos de este país sabe que sólo con el dominio del inglés no hay suficiente. Necesita profesionales de aquí, que puedan ganarse la confianza y negociar en mandarín, allí. El dominio de "otra lengua” es un valor añadido clave entre personas con la misma formación, por ejemplo, en ciencias empresariales.
Otro caso sería el de Italia. Un estado relativamente pequeño en cuanto a habitantes, pero con una tradición cultural de primer orden mundial. Es conocido que una parte importante de los italianos conocen bien otras lenguas, básicamente el inglés y, secundariamente, el alemán o el francés. Pero también debemos señalar que para poder trabajar de una forma estable y con un cierto éxito en Italia, deberemos hablar bien el italiano. Por mucho que se parezca a otras lenguas románicas como la nuestra, sin una formación en esa lengua, difícilmente nos contratarán en una empresa media italiana o podremos desenvolvernos profesionalmente. Además, ¿No es casi un deber moral intentar aprender la lengua del territorio donde debamos trasladarnos para un trabajo? ¿No es un placer escuchar una ópera de Verdi o Puccini y poder seguir el argumento sin traducción automática? ¿No sería fenomenal viajar por un pueblo de la isla de Cerdeña y hablar con ellos su lengua materna?
Lo que pretendo significar con estas líneas es que por mucho que se consoliden unas lenguas internacionales de comunicación, el aprendizaje de otros idiomas siempre será un valor añadido en el plano profesional y un goce en el plano personal. Una buena inversión formativa.
Postdata. Lo mismo vale para España y sus lenguas.
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